El riesgo se ha hecho parte integral de nuestras vidas, aunque siempre ha existido entre nosotros, hoy por hoy, a pesar de los niveles tecnológicos que manejamos, nos acercamos cada vez mas a la incertidumbre sobre nuestro futuro y las diferentes circunstancias y actividades que lo generan. En este sentido América y más aun Sur América fue un continente que nació marcado por el riesgo, el riesgo de un proyecto absurdo que mandaba al traste todos los preceptos existentes hasta el momento. Arriesgarse a caer por el borde de un mundo plano puede ser el inicio de lo que hoy representaría vivir en una ciudad como la nuestras, en la que el delito rebasa cualquier razonamiento lógico.
En efecto, arriesgarse no es mas que estar dispuesto a reaccionar de una manera apropiada en una circunstancia cargada de impredictibilidad y esto es parte intrínseca del ser humano, lo que lo ha llevado a innovar, a salir de las cavernas y lanzarse al espacio sideral, a escalar las mas altas montanas y a invertir en valores y bienes virtuales. Es algo genético que llevamos dentro de nosotros. Tal y como lo comprobaron algunos científicos Israelitas al encontrar, dentro de las personas que solían tomar mayores riesgos, un gen llamado D4DR. Posteriormente corroborado por un grupo norteamericano que encontró un segundo gen que se encargaba de regular la ansiedad en este mismo tipo de personas.
Efectivamente con la aparición de nuestro sistema social, en el que la adquisición de bienes de consumo fue haciendo nuestra vida cada vez más confortable, llenándola de objetos muchas veces superfluos e inútiles, nuestra capacidad innata de asumir riesgos cotidianos fue desapareciendo y convirtiéndose en la capacidad de unos pocos, muchas veces consideradas personas apartadas de la realidad y amantes del peligro. Sin embargo, poco a poco nuestro sistema de vida fue tomando velocidades de progreso inusitadas. Donde la interacción de todos los países, sus economías e ideologías era cada vez más notable, fuimos adentrándonos en lo que hoy en día hemos dado por llamar “globalización”, un mundo virtual, basado en acuerdos de caballeros donde cada vez parece que las decisiones se tomaran segundo a segundo, donde el instinto ha superado a la razón y la capacidad de arriesgarnos se ha convertido en el arma fundamental para no detener este progreso. ¿Qué mayor riesgo que el de invertir, no nuestros bienes valores, sino los de otras personas, en títulos capitales cuyo comportamiento en el mundo es prácticamente impredecible?
La respuesta está en nosotros mismos, la velocidad del mundo nos ha exigido un nuevo elemento para sobrevivir a la vorágine social, en la que velocidad de respuesta de cada uno de nosotros a estos fenómenos que se nos presentan a diario y exigen arriesgar mucho de cada uno para poder superarlos. Esa respuesta es la MOTIVACIÓN. Elemento indiscutible que nos lleva a ser creativos y a buscar en la alianza con otros, la solución a esos riesgos que paso a paso encontramos en todos los niveles de nuestras vidas.
Si analizamos estas premisas, fácilmente podremos explicarnos el porque, en encuestas realizadas en los últimos años, el número de personas que se han sumado a la práctica de deportes de alto riesgo ha llegado a cifras sorprendentes. Muchos de nosotros necesitamos esa dosis de “adrenalina”, que nos permita reaccionar de manera oportuna en cada paso que damos, sin embargo... ¡ojo!, no quisiera que confundiéramos RIESGO con peligro y es aquí donde entra el factor MOTIVACIONAL a la palestra. Todo riesgo inducido o estimulado por una motivación puede ser considerado como un “RIESGO CONTROLADO”, es aquí donde nuestro conocimiento y capacidad de respuesta no pierde de vista los límites del éxito o del fracaso. Conocemos las posibilidades de las caídas, sin embargo sabemos como y con quien podemos apoyarnos y levantarnos nuevamente. Bien, aquí nos encontramos con el dilema: ¿Debemos tomar riesgos?, bien, yo diría más bien que debiéramos prepararnos para tomarlos, y la MOTIVACIÓN aquí es nuestro norte.