miércoles, 23 de abril de 2014

Turismo de Aventura o... La Aventura del Turismo.

Una bocanada de gas lacrimógeno me expulsaba de la última barricada que cruzaba para ir a buscar a mis clientes canadienses al aeropuerto de Maiquetía (2 de los 5 que estaba esperando) que llegaban 1 día más tarde de lo establecido, "Air Canadá" había decidido suspender sus vuelos a Venezuela por la inmensa deuda que el gobierno mantenía con ellos desde el año 2013. Sin embargo, ellos, los canadienses, complementando su vuelo con la aerolínea "AVIANCA" lograron hacerse de una alternativa que los condujera a Maiquetía para así finalmente, al día siguiente, enviarlos a Puerto Ordaz, donde iniciarían su periplo hacia el Roraima. Lograr los cambios en sus reservaciones fue toda una "proeza", sin embargo, como les explico a todos los que acostumbran a viajar conmigo, "para un venezolano nada es imposible". Todos me preguntaban, como era posible que unos turistas extranjeros "osaran" venir a nuestro país en los difíciles momentos que estábamos viviendo, a todos les contestaba que la verdadera "osadía" era la mía al permitirme el “lujo” de atenderlos en una Venezuela llena de inseguridad, intolerancia, malos servicios y para completar una larga lista… toneladas de “gases lacrimógenos”, pero bueno, digamos que este es nuestro trabajo y lo hacemos con “pasión”, creo que es la única explicación posible a ciertas decisiones que tomamos en nuestras vidas, algo así como enamorarse… solo puede ser posible si hay “pasión”.

A partir de ese momento y motivado al tiempo comprometido que tenían nuestros clientes, el grupo quedaría dividido en 3. Dos personas irían con Gonzalo al Roraima, luego (si llegaban), 2 nos uniríamos al grupo en Santa Elena de Uairen para visitar la Gran Sabana y finalmente, 1 persona, en vista de no haber podido resolver su “entuerto” con “Air Canadá”, se uniría en el aeropuerto de Maiquetía para aprovechar solo la última parte del Programa hacia los Roques.
En efecto, con esa habilidad venezolana que nos caracteriza, para poder adaptarnos hasta las peores circunstancias sin quejarnos y, tolerando todos los excesos que los ofertadores de servicios cometen con nosotros, yo me encargue de Sebastian y Jenny, con la conciencia tranquila de que a Gonzalo le estaba yendo bien con el grupo de Emely y Luque en la zona del Roraima, ya que los había estado siguiendo impecablemente gracias a la ayuda del “Geolocalizador” SPOT, que Guillermo Garroz me había ofrecido para apoyarme en caso de cualquier emergencia, por cierto, muy difíciles de atender en nuestro país.
Naturalmente, decir que todo iba bien es solo a manera “referencial”, ya sabemos por experiencia propia que en Venezuela es casi imposible decir que… “todo va bien”. Los “porteadores” que en diciembre nos habían pedido un salario de 600 BsF al día, habían decidido incrementarlo a 1000 BsF al día… bueno, después de la larga y acostumbrada disputa con los nativos Pemones de Parai Tepuy, Gonzalo se aprestó para iniciar su caminata… pero  aún no comenzando, otro pequeño e “inesperado” asunto surgió en el ambiente, ahora, para poder ir al Roraima y motivado al alto números de personas que lo visitan, había que reservar el “hotel”, por suerte y gracias a una lenta negociación conseguimos llegar al “Hotel Indio”, donde después de dos días de caminata una lluvia torrencial copó casi la totalidad del tiempo en el que nos mantuvimos en el Tepuy.
Mientras tanto, Jenny, Seb y yo nos encontrábamos intentando abordar el vuelo de “ASERCA” que debería haber salido a las 12:00 m y que después de dos cambios consecutivos de horario, y puertas de salida, logramos despegar a las 3:30 pm. Mi agotamiento era tal que aún no habiendo despegado ya dormía profundamente y solo un fuerte y abrupto aterrizaje logró despertarme. Un poco acostumbrado murmullo en el avión me decía que algo no estaba marchando bien, sin embargo me apresuré a llamar a nuestro contacto en Puerto Ordaz y notificarle sobre nuestra llegada, a lo cual Dubraska contestó… “Que raro Alfredo yo no he escuchado llegar el vuelo”. Inmediatamente me percaté que el pasillo de salida de la aeronave aclaraba mis dudas, estábamos nuevamente en Maiquetía, una avería en el avión, había obligado al capitán a regresar a Maiquetía… Nuevamente al punto de partida!
No fue sino hasta las 5:30 que pudimos abordar en una nueva aeronave y finalmente, después de una “incierta” hora de vuelo llegar a nuestro destino… Puerto Ordaz, en el cual, bajo la mirada atónita de mis dos visitantes canadienses, logramos cruzar las dos barricadas de manifestantes y Guardias Nacionales vestidos con atuendos de guerra, para finalmente llegar al Hotel Eurobuilding, que, casi de manera sorpresiva, superaba con creces los estándares de calidad a los que nos hemos acostumbrado en el país.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana, y antes de que las barricadas tomaran fuerza, nos apresuramos a desayunar. Varios oficiales de la Guardia Nacional Bolivariana, nos acompañaban en el lujoso comedor del Hotel Eurobuilding, dándole el toque “surrealista”, que naturalmente no dejaba de impresionar a nuestros amigos canadienses. Un largo camino nos separaba de los predios de la “Gran Sabana” a donde, por cierto, nos veíamos obligados a llegar por tierra ya que los vuelos comerciales ofrecidos por las aerolíneas “brillan por su ausencia”, a pesar de una y otra vez son anunciados con “bombos y platillos” por los organismos del Estado (http://www.eldiariodeguayana.com.ve/inf-general/60-conviasa-reactiva-operaciones-aereas-en-santa-elena-de-uairen.html). Naturalmente que algunos vuelos “charter” pueden ser ubicados, sin embargo sus costos son tan elevados que resulta poco rentable incluirlo en los programas hacia estas zonas.
Y allí estábamos, cruzando una a una las poblaciones de El Dorado, Guasipati, Tumeremo, El Callao, que mostraban su rostro triste ante la basura y los incendios forestales que de forma continua se abrían paso ante la mirada de nuestros visitantes, por suerte y bajo el “dantesco” espectáculo del pueblo minero de las “Claritas”, la Gran Sabana abrió sus brazos para recibir nuestra visita, no más ruido, no más propaganda política ni más barricadas, solo uno que otro incendio a la lejanía enmarcaba un paisaje inigualable en el país y el mundo. Nuestro conductor, Juan, después de 9 horas de carretera nos ubicó en Santa Elena de Uairén, donde la agradable posada de Ana Matilde e Isaam (Mount Roraima Tours) nos abría sus puertas, para darnos un rincón de descanso en este largo y pesado viaje de dos días. Esta posada, al igual que otras pocas (Yakoo, Venezuela Explorer, Cabañas Friedenau) pertenecen a esos “sobrevivientes” que han dedicado su vida a ese sueño venezolano llamado “Turismo”. Con la llegada de Luke, Jenny  y Gonzalo del Roraima, el grupo tomaba un nuevo aire y al día siguiente, continuaríamos nuestro periplo hacia los “bordes” de la Gran Sabana… El Paují y el “Abismo”… mientras tanto un paseo obligado por “La Línea”  y la “gran metrópoli” de Santa Elena, nos daban un contraste bastante claro de ciertos “errores” en el manejo administrativo de recursos fundamentales como: alimentos, gasolina y electrodomésticos, que, lejos de ser un negocio lucrativo para nuestro país, se han convertido en un mercado de tráfico y corrupción, que hacen de la zona, una “especie” de viejo Oeste, donde campea la ley del más fuerte, que en este caso pareciera ser… el Estado y sus autoridades.


A la mañana siguiente y sin mucho apuro, después de disfrutar un agradable desayuno, emprendimos nuestro recorrido hacia el Paují, con su ancestral carretera que ha visto pasar sobre ella las innumerables promesas de gobierno por un “supuesto” asfaltado que no ha pasado de ser un “bluf” electoral, que ha dejado a las abandonadas poblaciones a la buena de Dios y la… Intemperie. Seguía el horizonte indescriptible de selva, manchado cada vez con más frecuencia, por la rapiña de la minería, deforestación maderera y basura, que bajo la mirada “cómplice” de autoridades y nativos, poco a poco se va comiendo uno de los más presiados tesoros de nuestro país. Al llegar al salto “Catedral”, nos detuvimos a tomar nuestro almuerzo y a intercambiar algunas palabras con los encargados del lugar que cohabitan con los nativos en una incomprensible espera por esas mejoras de vida que les fueron hechas en los años 70 y… nunca llegaron. Generaciones que se alternan, desgastando un futuro en el que solo algunas pocas guías de turismo hacen notar su existencia. En las proximidades del “salto La Catedral”, nuestra posada… “Intiguazi” y su propietaria “Wanda”, nos esperaban para darnos un verdadero remanso, en el que “descansar” es el lema. Esta posada está ubicada en un mágico lugar en las afueras de la carretera principal y es otra más de esas muestras de lo que “debería ser” en una zona en la que tantos se han llenado la boca con la palabra “Turismo”. Esta familia, apostando a un futuro en el cual los valores de esta promisora tierra sean los que realmente muestren al mundo lo hermoso de una Venezuela diferente, se han avocado paso a paso a consolidar un sueño… su “casa del sol”.
Y poco a poco el “sol” fue determinando el tiempo, y nuestros cansados cuerpos convirtieron el cansancio en sueño y las ganas en un nuevo amanecer el el que el camino nos llevó nuevamente hacia la carretera que finalmente nos llevó hacia uno de nuestros últimos destinos… “El Paují”, ese lejano lugar en el que pareciera detenerse el tiempo, o más bien acabarse el mundo. Ese lugar donde la palabra “Abismo”, marca como el límite de lo posible, donde el humo del incienso de “tacamajaca” de paulista, se mezcla con el del horno de leña y esconde bajo el “surrealismo” de un mundo que se niega a desaparecer. 
El “Abismo”, marca ese límite entre la selva y la Gran sabana… es como el final de un viaje, el final de un sueño, donde la vista se pierde en el infinito verdor de un sueño que todos los que amamos este país jamás quisiéramos que desapareciera. Era el límite de lo que habíamos venido a ver. El regreso ya lo conocíamos… la misma carretera, los mismos incendios, deforestaciones, alcabalas y caseríos inundados de pobreza, no la cultural, sino la de promesas, esas que llegan elecciones tras elecciones, inundadas de esa palabra que todos usamos pero pocos sentimos… Turismo, esa rica palabra en la que se esconde no solo el valor de la tierra, sino el más grande que es el de poder comprender el valor de la tierra y de su gente… el valor de una aventura que es el descubrirnos a nosotros mismos.



Nos vamos con un sueño realizado, ese que nos llevo a recorrer los paisajes más hermosos de la Gran Sabana y con una gran preocupación… la de saber cuan vulnerables son estos mismos paisajes a la desidia de sus visitantes. En esta oportunidad nos despide, no el humo de las lacrimógenas, pero si el del fuego que consume los mermados bosques de la Gran Sabana.