El teléfono sonó poco antes de
llegar a Zermatt, como por arte de magia, la voz de Víctor que ya se encontraba
con el “flaco Manolo” en el Hotel esperando nuestra llegada… eran los dos que
faltaban, el grupo ya estaba completo.
Nuestro descanso en Zermatt
definitivamente estaba marcado por varios “detalles”: El “Matterhorn” (una de
las montañas más bellas del mundo), el olor a “Raclette” (caracterizado por un
penetrante olor a queso Gruyere quemado) y el “aroma” inconfundible de un
innegable despilfarro de dinero alrededor de las cientos de tiendas
distribuidas a lo largo de la calle principal. Entre compras, diligencias y
buena comida transcurrió el tiempo hasta llegar la hora, en la que, después de
un buen desayuno, partiéramos el día 26 de julio con el “tren de cremallera”
hacia la estación de “Sunega Paradaisse” donde comenzaría nuestra caminata
hacia Francia, con el marco inconfundible del “Matterhorn” y el Monte Rosa. Una
larga caminata nos llevó, atravesando bosques de abetos, al caserío de “Otaffe”,
en donde nos pudimos deleitar almorzando con exquisitos productos de la región…
panes surtidos, jamón serrano, queso Gruyere, mostaza y naturalmente un buen
vino.
Poco a poco los pasos fueron
dejando atrás las memorias de Zermatt y las praderas alpinas y el cansancio
comenzó a llenar la sangre y los músculos, especialmente después de haber
tenido que cambiar la ruta que a través del puente colgante de “Kinghutte”, que
se encontraba interrumpido, nos conectaba directamente con “Europahutte”. Un
largo jiro que nos llevó aproximadamente 3 horas nos permitió alcanzar nuestra
meta del día casi a las 8:00pm. Afortunadamente la claridad del verano nos
permitió disfrutar de un par de horas de un paisaje sin igual.
A la mañana siguiente, durante nuestro
descenso a “Gramchen”, el sendero cambió de aspecto y los bosques le dieron
paso a un sendero empedrado que nos sorprendió con un cambio de clima
determinante poco antes de llegar a la carretera, empapados, cansados y
sedientos, nos deslizamos a través de un típico local en el que las cervezas y
gaseosas rodaban por nuestras manos como si llegáramos de una batalla sin
tregua, por suerte nuestro vehículo de transporte nos dio suficiente tiempo
para finalizar hasta la última gota de nuestras jarras. El vehículo se detuvo en
la estación de “San Niklaus” y rápidamente nos dispusimos a tomar nuestro
siguiente tren hacia la población de “Fully”, a la cual llegamos, gracias a las
malas intenciones del chofer del vehículo que nos transportaba, casi a la 1:30
de la madrugada y bajo una fuerte lluvia. Las habitaciones abrieron sus puertas
como un potente “imán” postergando así cualquier decisión con respecto al clima
y nuestra siguiente etapa hacia “Chamonix”. Al despertar las condiciones habían
empeorado y un pronóstico adverso estaba previsto para los siguientes dos días,
decidimos tomar el hermoso trayecto de tren que separaba “Martigny” de
“Chamonix”, pudiendo así mantener nuestro cronograma y descansar de los dos
fuertes días anteriores.
Las familiares vistas de la “Mer
de Glace” y las Aguilles Rouges” casi nos obligaban a asomarnos por las
ventanas del tren, Chamonix apareció a los pocos metros y así su pintoresca
estación ferroviaria. Esta ciudad alpina no deja de ser el corazón de todo lo
que a montañismo se refiere, morrales en las espaldas, tiendas con todo tipo de
innovaciones y equipos para la práctica de cualquiera de las modalidades
deportivas relacionadas con la montaña y mucho “ambiente” para reunirse a tomar
un “par de copas” después de cada “hazaña”, sobre todo una en especial… el
“Mont Blanc”, montaña que por muchos años ostentara el título de ser la montaña
más alta de Europa.
Nuestro día adicional fue ideal
para equiparnos y dar nociones básicas sobre el uso de algunos de los nuevos
implementos adquiridos, igualmente comer bien y ponernos en contacto con
“viejos” amigos anclados en Chamonix, disfrutando del festival “Cosmo Jazz” en
medio de las frescas tardes veraniegas dando paso a noches de baile en la que
nuestro grupo venezolano daba clases magistrales de baile. Y así llegó el 31 de
julio día en el que la cabina 32 en el teleférico de la “Aiguille du Midi”
tenía espacio reservado para nosotros. En menos de lo pensado, los empujones
que casi de manera obligada nos llevaban hacia el interior del transporte que
en dos tramos nos colocó en el corazón frío de la roca del “Midi” y al salir
hacia sus heladas y afiladas pendientes, una luz enceguecedora nos obligo a
“encordarnos” y colocarnos los equipos de seguridad apropiados, crampones,
casco, piolets y harneses, para enfilarnos así hacia nuestro siguiente
objetivo… el Refugio de los Cósmicos, uno de los más famosos del mundo.
En el refugio nuestra esperada
llegada nos colocó en la confortable habitación “Armand Charlet”, digno nombre
que identificaba a uno de los más grandes escaladores de los Alpes Franceses de
la época de “Post Guerra”, era un dormitorio solo para nuestro grupo y las
bromas y ronquidos de la noche solo se escucharon en “español”.
Con la luz carmesí de la mañana
nos enfilamos en tres cordadas para lentamente practicar los principios básicos
de la “cordada” y su avance entre las heladas pendientes del “Mont Blanc du
Tacull”, uno de los “cuatro miles” de la zona del “Mont Blanc”. Y poco a poco
las pendientes cubiertas de sombra comenzaron a brillar incandescentemente bajo
la luz de un intenso sol que se colaba entre el azul profundo de las grietas y
seracs del glaciar. A finales de la mañana nos encontrábamos en las pendientes
cimeras de la montaña que repentinamente se abrieron a un inmenso horizonte que
denotaba el haber alcanzado la cumbre tan deseada de la montaña. Hicimos el
intento de guardar el momento en las memorias de nuestras cámaras y rápidamente
emprendimos el regreso. Mientras descendíamos, un estrecho paso nos detuvo por
el ascenso de otra cordada y repentinamente una voz femenina, detrás de unos
grandes lentes de sol y un “Buff” que cubría su cara me saludó, llamándome por
mi nombre, era
Andrea Wuerz que con
su inigualable simpatía contrastaba con el resto del grupo que la acompañaba,
resolvimos el “atascón” y continuamos así de regreso al refugio con el gusto de
una exitosa jornada.
El parte meteorológico no daba buenos augurios para los días siguientes,
y nosotros ya sabíamos lo que nos tocaba… como en efecto sucedió. A partir de
las 9:30 pm, una densa oscuridad comenzó a ocultar, tras un velo negro que,
con intermitentes destellos de luz, le daban mayor tenebridad a la noche. No
tardó en llegar la tormenta y una fuerte nevada le dio un inmediato vuelco a
nuestro programa. Al despertar, muy temprano en la madrugada, todo estaba
cubierto de blanco y una delgada capa de hielo desde el techo y las paredes del
refugio… La suerte estaba echada, la escalada al “Mont Blanc” quedaría
suspendida. Los recientes acontecimientos en las pendientes del “Mauditt”,
donde resultaron muertas 13 personas y la falta de velocidad en el movimiento
de nuestras cordadas, nos hicieron tomar la decisión de dedicar el día a
mejorar la técnica de aseguramiento y avance en pendientes nevadas.
Un atardecer inigualable hacia resaltar sobre el cielo purpura las “Agujas
de Chamonix”. Días inolvidables las históricas montañas de los Alpes suizos y franceses
nos brindaron una visión de la verdadera magnitud de estas montañas y la
importancia de una técnica depurada que garantice la seguridad y así también el
éxito. Lo más importante ya lo habíamos hecho, habíamos consolidado un grupo
capaz de afrontar nuevos retos y, allí quedaron las montañas a la espera de un
nuevo camino que tal vez sea abierto por alguno de nosotros.
Integrantes del Grupo:
Adriana Flores
Elena Barreto
María Isabel Pecori
Viviane Chonchol
Eduardo Abad
José Camacho
Luís Simosa
Pedro Lira
Victor Rondón
Guías:
Manuel Afonso (Flaco Manolo)
Alfredo Autiero B.
Integrantes del Grupo:
Adriana Flores
Elena Barreto
María Isabel Pecori
Viviane Chonchol
Eduardo Abad
José Camacho
Luís Simosa
Pedro Lira
Victor Rondón
Guías:
Manuel Afonso (Flaco Manolo)
Alfredo Autiero B.
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