Una bocanada de gas lacrimógeno me expulsaba de la última barricada que
cruzaba para ir a buscar a mis clientes canadienses al aeropuerto de Maiquetía (2
de los 5 que estaba esperando) que llegaban 1 día más tarde de lo establecido,
"Air Canadá" había decidido suspender sus vuelos a Venezuela por la
inmensa deuda que el gobierno mantenía con ellos desde el año 2013. Sin
embargo, ellos, los canadienses, complementando su vuelo con la aerolínea
"AVIANCA" lograron hacerse de una alternativa que los condujera a
Maiquetía para así finalmente, al día siguiente, enviarlos a Puerto Ordaz,
donde iniciarían su periplo hacia el Roraima. Lograr los cambios en sus reservaciones
fue toda una "proeza", sin embargo, como les explico a todos los que
acostumbran a viajar conmigo, "para un venezolano nada es imposible".
Todos me preguntaban, como era posible que unos turistas extranjeros
"osaran" venir a nuestro país en los difíciles momentos que estábamos
viviendo, a todos les contestaba que la verdadera "osadía" era la mía
al permitirme el “lujo” de atenderlos en una Venezuela llena de inseguridad,
intolerancia, malos servicios y para completar una larga lista… toneladas de
“gases lacrimógenos”, pero bueno, digamos que este es nuestro trabajo y lo
hacemos con “pasión”, creo que es la única explicación posible a ciertas
decisiones que tomamos en nuestras vidas, algo así como enamorarse… solo puede
ser posible si hay “pasión”.
A partir de ese momento y motivado al tiempo comprometido que tenían
nuestros clientes, el grupo quedaría dividido en 3. Dos personas irían con
Gonzalo al Roraima, luego (si llegaban), 2 nos uniríamos al grupo en Santa
Elena de Uairen para visitar la Gran Sabana y finalmente, 1 persona, en vista
de no haber podido resolver su “entuerto” con “Air Canadá”, se uniría en el
aeropuerto de Maiquetía para aprovechar solo la última parte del Programa hacia
los Roques.
En efecto, con esa habilidad venezolana que nos caracteriza, para poder
adaptarnos hasta las peores circunstancias sin quejarnos y, tolerando todos los
excesos que los ofertadores de servicios cometen con nosotros, yo me encargue
de Sebastian y Jenny, con la conciencia tranquila de que a Gonzalo le estaba
yendo bien con el grupo de Emely y Luque en la zona del Roraima, ya que los
había estado siguiendo impecablemente gracias a la ayuda del “Geolocalizador”
SPOT, que Guillermo Garroz me había ofrecido para apoyarme en caso de cualquier
emergencia, por cierto, muy difíciles de atender en nuestro país.
Naturalmente, decir que todo iba bien es solo a manera “referencial”,
ya sabemos por experiencia propia que en Venezuela es casi imposible decir que…
“todo va bien”. Los “porteadores” que en diciembre nos habían pedido un salario
de 600 BsF al día, habían decidido incrementarlo a 1000 BsF al día… bueno,
después de la larga y acostumbrada disputa con los nativos Pemones de Parai
Tepuy, Gonzalo se aprestó para iniciar su caminata… pero aún no comenzando, otro pequeño e
“inesperado” asunto surgió en el ambiente, ahora, para poder ir al Roraima y
motivado al alto números de personas que lo visitan, había que reservar el
“hotel”, por suerte y gracias a una lenta negociación conseguimos llegar al
“Hotel Indio”, donde después de dos días de caminata una lluvia torrencial copó
casi la totalidad del tiempo en el que nos mantuvimos en el Tepuy.
Mientras tanto, Jenny, Seb y yo nos encontrábamos intentando abordar el
vuelo de “ASERCA” que debería haber salido a las 12:00 m y que después de dos
cambios consecutivos de horario, y puertas de salida, logramos despegar a las 3:30
pm. Mi agotamiento era tal que aún no habiendo despegado ya dormía
profundamente y solo un fuerte y abrupto aterrizaje logró despertarme. Un poco
acostumbrado murmullo en el avión me decía que algo no estaba marchando bien,
sin embargo me apresuré a llamar a nuestro contacto en Puerto Ordaz y
notificarle sobre nuestra llegada, a lo cual Dubraska contestó… “Que raro
Alfredo yo no he escuchado llegar el vuelo”. Inmediatamente me percaté que el
pasillo de salida de la aeronave aclaraba mis dudas, estábamos nuevamente en
Maiquetía, una avería en el avión, había obligado al capitán a regresar a
Maiquetía… Nuevamente al punto de partida!
No fue sino hasta las 5:30 que pudimos abordar en una nueva aeronave y
finalmente, después de una “incierta” hora de vuelo llegar a nuestro destino…
Puerto Ordaz, en el cual, bajo la mirada atónita de mis dos visitantes
canadienses, logramos cruzar las dos barricadas de manifestantes y Guardias
Nacionales vestidos con atuendos de guerra, para finalmente llegar al Hotel
Eurobuilding, que, casi de manera sorpresiva, superaba con creces los
estándares de calidad a los que nos hemos acostumbrado en el país.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana, y antes de que las
barricadas tomaran fuerza, nos apresuramos a desayunar. Varios oficiales de la
Guardia Nacional Bolivariana, nos acompañaban en el lujoso comedor del Hotel
Eurobuilding, dándole el toque “surrealista”, que naturalmente no dejaba de
impresionar a nuestros amigos canadienses. Un largo camino nos separaba de los
predios de la “Gran Sabana” a donde, por cierto, nos veíamos obligados a llegar
por tierra ya que los vuelos comerciales ofrecidos por las aerolíneas “brillan por
su ausencia”, a pesar de una y otra vez son anunciados con “bombos y platillos”
por los organismos del Estado (http://www.eldiariodeguayana.com.ve/inf-general/60-conviasa-reactiva-operaciones-aereas-en-santa-elena-de-uairen.html). Naturalmente que algunos vuelos
“charter” pueden ser ubicados, sin embargo sus costos son tan elevados que
resulta poco rentable incluirlo en los programas hacia estas zonas.
Y allí estábamos, cruzando una a una las poblaciones de El Dorado,
Guasipati, Tumeremo, El Callao, que mostraban su rostro triste ante la basura y
los incendios forestales que de forma continua se abrían paso ante la mirada de
nuestros visitantes, por suerte y bajo el “dantesco” espectáculo del pueblo
minero de las “Claritas”, la Gran Sabana abrió sus brazos para recibir nuestra
visita, no más ruido, no más propaganda política ni más barricadas, solo uno
que otro incendio a la lejanía enmarcaba un paisaje inigualable en el país y el
mundo. Nuestro conductor, Juan, después de 9 horas de carretera nos ubicó en
Santa Elena de Uairén, donde la agradable posada de Ana Matilde e Isaam (Mount
Roraima Tours) nos abría sus puertas, para darnos un rincón de descanso en este
largo y pesado viaje de dos días. Esta posada, al igual que otras pocas (Yakoo,
Venezuela Explorer, Cabañas Friedenau) pertenecen a esos “sobrevivientes” que
han dedicado su vida a ese sueño venezolano llamado “Turismo”. Con la llegada
de Luke, Jenny y Gonzalo del Roraima, el
grupo tomaba un nuevo aire y al día siguiente, continuaríamos nuestro periplo
hacia los “bordes” de la Gran Sabana… El Paují y el “Abismo”… mientras tanto un
paseo obligado por “La Línea” y la “gran
metrópoli” de Santa Elena, nos daban un contraste bastante claro de ciertos “errores”
en el manejo administrativo de recursos fundamentales como: alimentos, gasolina
y electrodomésticos, que, lejos de ser un negocio lucrativo para nuestro país,
se han convertido en un mercado de tráfico y corrupción, que hacen de la zona,
una “especie” de viejo Oeste, donde campea la ley del más fuerte, que en este
caso pareciera ser… el Estado y sus autoridades.
A la mañana siguiente y sin mucho apuro, después de disfrutar un
agradable desayuno, emprendimos nuestro recorrido hacia el Paují, con su
ancestral carretera que ha visto pasar sobre ella las innumerables promesas de
gobierno por un “supuesto” asfaltado que no ha pasado de ser un “bluf”
electoral, que ha dejado a las abandonadas poblaciones a la buena de Dios y la…
Intemperie. Seguía el horizonte indescriptible de selva, manchado cada vez con
más frecuencia, por la rapiña de la minería, deforestación maderera y basura,
que bajo la mirada “cómplice” de autoridades y nativos, poco a poco se va
comiendo uno de los más presiados tesoros de nuestro país. Al llegar al salto “Catedral”,
nos detuvimos a tomar nuestro almuerzo y a intercambiar algunas palabras con
los encargados del lugar que cohabitan con los nativos en una incomprensible
espera por esas mejoras de vida que les fueron hechas en los años 70 y… nunca
llegaron. Generaciones que se alternan, desgastando un futuro en el que solo
algunas pocas guías de turismo hacen notar su existencia. En las proximidades
del “salto La Catedral”, nuestra posada… “Intiguazi” y su propietaria “Wanda”,
nos esperaban para darnos un verdadero remanso, en el que “descansar” es el
lema. Esta posada está ubicada en un mágico lugar en las afueras de la carretera
principal y es otra más de esas muestras de lo que “debería ser” en una zona en
la que tantos se han llenado la boca con la palabra “Turismo”. Esta familia,
apostando a un futuro en el cual los valores de esta promisora tierra sean los
que realmente muestren al mundo lo hermoso de una Venezuela diferente, se han
avocado paso a paso a consolidar un sueño… su “casa del sol”.
Y poco a poco el “sol” fue determinando el tiempo, y nuestros cansados
cuerpos convirtieron el cansancio en sueño y las ganas en un nuevo amanecer el
el que el camino nos llevó nuevamente hacia la carretera que finalmente nos
llevó hacia uno de nuestros últimos destinos… “El Paují”, ese lejano lugar en
el que pareciera detenerse el tiempo, o más bien acabarse el mundo. Ese lugar
donde la palabra “Abismo”, marca como el límite de lo posible, donde el humo
del incienso de “tacamajaca” de paulista, se mezcla con el del horno de leña y
esconde bajo el “surrealismo” de un mundo que se niega a desaparecer.
El “Abismo”, marca ese límite entre la selva y la Gran sabana… es como
el final de un viaje, el final de un sueño, donde la vista se pierde en el
infinito verdor de un sueño que todos los que amamos este país jamás quisiéramos
que desapareciera. Era el límite de lo que habíamos venido a ver. El regreso ya
lo conocíamos… la misma carretera, los mismos incendios, deforestaciones,
alcabalas y caseríos inundados de pobreza, no la cultural, sino la de promesas,
esas que llegan elecciones tras elecciones, inundadas de esa palabra que todos
usamos pero pocos sentimos… Turismo, esa rica palabra en la que se esconde no
solo el valor de la tierra, sino el más grande que es el de poder comprender el
valor de la tierra y de su gente… el valor de una aventura que es el
descubrirnos a nosotros mismos.
Nos vamos con un sueño realizado, ese que nos llevo a recorrer los
paisajes más hermosos de la Gran Sabana y con una gran preocupación… la de
saber cuan vulnerables son estos mismos paisajes a la desidia de sus
visitantes. En esta oportunidad nos despide, no el humo de las lacrimógenas,
pero si el del fuego que consume los mermados bosques de la Gran Sabana.
Para los que nos gusta viajar esta bueno tener la chance de ir a distintos sitios y sobre todo a aquellos en los que podamos practicar del turismo aventura. Por eso constantemente busco obtener promociones vuelos
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