Todo es tan diferente desde el aire, eres tan ajeno al mundo que pareces no formar parte de él. Cuando vuelas hacia Quito, sus volcanes nevados, en la lejanía, parecen una diminuta cadena montañosa a nuestra izquierda, sin embargo, para los que la conocemos, sabemos que es el preámbulo a una hermosa cadena montañosa que se extiende de Norte a Sur (O viceversa), formada principalmente por volcanes.
Los Andes, van creciendo poco a poco a medida que nos adentramos en territorio Sur Americano, y en efecto, para los que tienen como objetivo el Ecuador, este país tiene en su territorio hermosas montanas, donde la fuerza de la tierra brota con una intensidad inusitada y aquí, el Chimborazo, como padre absoluto del país, cuida con su vieja apariencia a los pequeños traviesos que con su fuerza quieren asustar a los mortales que viven en sus laderas.
Quito, la capital de Ecuador, se suele esconder entre nubes y ocultar al viajero una de las cadenas montañosas más hermosas del mundo, muchas veces en vano el corazón ansioso del turista espera poder ver por la ventanilla del avión al Cayambe, al Antisana o tal vez el Cotopaxi, es un velo blanco que se alza ocultando el camino de los volcanes, la paciencia es la clave, la misma que hay que tener para escalar cualquiera de estas montanas.
Como siempre viejos amigos, nos esperan en la puerta del aeropuerto, su cara me es siempre familiar y siempre evoca la montaña, años de experiencia se ven en sus rostros y siempre es garantía de que las cosas van a salir bien. Los arreglos de los días siguientes transcurren entre el alquiler de los equipos necesarios para escalar las montañas. También hay que contar algunas visitas obligadas como la de la “Zona Equinoccial” y algunas compras de rigor. Nuestros grupos siempre están conformados por personas con diferentes inquietudes pero con un objetivo común, escalar algunas de las montañas más hermosas del Ecuador: El Ruco-Pichincha, Carihuairazo y finalmente una de las montañas más hermosas de los Andes, El Cotopaxi.
La fase de “aclimatación” suele tener como preámbulo el ascenso a una montaña que se encuentra a los costados de la ciudad de Quito y que puede iniciarse su ascenso mediante el uso del teleférico… “El Ruco” (El viejo), como suelen llamarle los nativos, no es otra cosa que el extremo Norte de la Gran caldera del volcán “Pichincha” que varias veces ha mantenido en vilo a los habitantes de la capital. La llegada a la cima del “Ruco”, lejos de calmar los ánimos del grupo, suele actuar como un detonador que hace explotar en todos el deseo por salir de inmediato hacia el siguiente objetivo, cuyo viaje lo solemos iniciar desde la acogedora posada Campo Base, propiedad del gran montanista y amigo Manuel Jácome, desde donde emprendemos viaje hacia el páramo del “Carihuarizo”, en el que las comunidades de indígenas, la abundancia de “llamas” y por añadidura la presencia de su hermano mayor EL Chimborazo, como vecino, hacen de este lugar uno de los mas encantadores de todos los Andes ecuatorianos.
Aproximadamente tres horas de caminatas, nos colocan a las márgenes de una pequeña laguna situada a los pies de la montaña, lugar donde se fija el campamento para pasar la noche y al día siguiente, a primeras horas de la mañana, comenzar la escalada hacia este segundo objetivo de 5.100 metros. Normalmente el calor de la carpa comedor, alarga las tertulias la noche antes del ascenso, sin embargo, los ánimos por iniciar la escalada a la montaña hacen sencillo el despertar en medio del frío matutino. Luego del acostumbrado ritual de vestirse y preparar todo el equipo necesario para esta escalada, se toma unsencillo desayuno y, en menos de lo imaginado ya se siente el crujir del hielo bajo el paso de los crampones de los integrantes del grupo, que utilizarán este recorrido para repasar técnicas básicas de ascenso y seguridad en los glaciares. A medida que nos acercamos a la cumbre la pendiente aumenta inclinación y un sentimiento de cercanía al cielo nos irá invadiendo. A pesar de cada parada debido al cansancio del ascenso, estas se convierten, gracias a la presencia del imponente Chimborazo y a lo radiante del sol en estas latitudes, en un verdadero deleite para los sentidos. Entre risas y abrazos, disfrutaremos de este pequeño placer de haber logrado nuestro segundo objetivo, la cumbre del Carihuairazo. El regreso se convertirá en un rumiar de inquietudes sobre lo que tenemos guardado para el final, nuestro reto más grande, el verdadero desafío, la montaña “mas bella” del Ecuador, El Cotopaxi.
Un viaje de este estilo, es la mejor oportunidad para, además de cumplir con todos esos pequeños retos deportivos que todos nos fijamos, descansar, hacer amistades y conocer las culturas y sitios especiales que tienen todos los países que se visitan, “Baños” es uno de esos lugares, la presencia del Tungurahua, uno de los volcanes mas activos del Ecuador, ha hecho de este lugar y su gente uno de los mas encantadores parajes del mundo. Las aguas termales, y el hermoso río Pastaza dan un marco perfecto para el descanso y el esparcimiento y eso será lo que precisamente buscaremos antes de nuestro ultimo y más grande reto, o mejor dicho más alto reto... El Cotopaxi. Después de algunos preparativos de última hora: especialmente la compra de alimentos para la jornada, comenzaremos nuestro lento y silencioso acercamiento al Cotopaxi (Cuello “collar” de la luna). Los minutos se deján arrastrar por el monótono sonido de las ruedas del transporte con el asfalto de la carretera, algún comentario o pregunta aislada saltará para disminuir la inquietud que se siente antes de un gran objetivo. Poco a poco nos acercaremos, subiendo la misma carretera que nos lleva a Quito y bordeando el “Parque Nacional Cotopaxi”.
Un lento despertar para, vestirse y comenzar a caminar. Se abrían las puertas del refugio y la larga caminata hacia esta hermosa cumbre del Ecuador dará su inicio. Estamos comprometidos y encargados de conducir este titánico esfuerzo por alcanzar junto a todo el grupo esta alta cumbre. Lentamente, paso a paso, los minutos se convertirán en horas y los metros se irán desvaneciendo bajo nuestros monótonos pasos. Esperamos un clima favorable que nos permita disfrutar este mágico ascenso en medio de la oscuridad de esa noche. Una que otra estrella fugaz hará volver un destello de alegría a nuestros pensamientos, que se encontrarán inmersos en miles de ideas que intentarán disipar el dolor que produce el frío y el cansancio. Finalmente la luz, el amanecer que promete calor y claridad al cuerpo y la mente, como era de pensarlo, el calor matutino traerá consigo un viento intenso que hará arreciar el frío que sentirán nuestros cuerpos que, con un intenso cansancio bajo los efectos de la altura y varias horas de camino, verán como la pendiente comenzará a perder su inclinación y todos los esfuerzos se verán recompensados al ver como se sale de un estado casi hipnótico en el que uno se encuentra y la Montaña... “El Cotopaxi” nos muestra su corazón a través de un cráter casi perfecto. La nieve te invita a “echarte” en ella durante un tiempo que se hace eterno para luego, iniciar el inevitable regreso… el largo descenso que nos permitirá finalmente disfrutar el logro de nuestros objetivos y que mejor lugar que “Ecuador”… la mitad del mundo.
Para viajar en Ecuador el tiempo siempre resulta escaso, habrá que aprovechar estos últimos días antes del regreso a Venezuela, sin embargo algo de música y una exquisita cena, serán el mejor marco para que, con gratos recuerdos del viaje, este sueño vaya dando paso a un nuevo día en el que después de algunas compras de ultima hora y una obligatoria visita al centro colonial de Quito, nos haga dejar atrás un mundo de experiencias que de ahora en adelante pasará a formar una parte definitiva de nuestras vidas.
Los Andes, van creciendo poco a poco a medida que nos adentramos en territorio Sur Americano, y en efecto, para los que tienen como objetivo el Ecuador, este país tiene en su territorio hermosas montanas, donde la fuerza de la tierra brota con una intensidad inusitada y aquí, el Chimborazo, como padre absoluto del país, cuida con su vieja apariencia a los pequeños traviesos que con su fuerza quieren asustar a los mortales que viven en sus laderas.
Quito, la capital de Ecuador, se suele esconder entre nubes y ocultar al viajero una de las cadenas montañosas más hermosas del mundo, muchas veces en vano el corazón ansioso del turista espera poder ver por la ventanilla del avión al Cayambe, al Antisana o tal vez el Cotopaxi, es un velo blanco que se alza ocultando el camino de los volcanes, la paciencia es la clave, la misma que hay que tener para escalar cualquiera de estas montanas.
Como siempre viejos amigos, nos esperan en la puerta del aeropuerto, su cara me es siempre familiar y siempre evoca la montaña, años de experiencia se ven en sus rostros y siempre es garantía de que las cosas van a salir bien. Los arreglos de los días siguientes transcurren entre el alquiler de los equipos necesarios para escalar las montañas. También hay que contar algunas visitas obligadas como la de la “Zona Equinoccial” y algunas compras de rigor. Nuestros grupos siempre están conformados por personas con diferentes inquietudes pero con un objetivo común, escalar algunas de las montañas más hermosas del Ecuador: El Ruco-Pichincha, Carihuairazo y finalmente una de las montañas más hermosas de los Andes, El Cotopaxi.
La fase de “aclimatación” suele tener como preámbulo el ascenso a una montaña que se encuentra a los costados de la ciudad de Quito y que puede iniciarse su ascenso mediante el uso del teleférico… “El Ruco” (El viejo), como suelen llamarle los nativos, no es otra cosa que el extremo Norte de la Gran caldera del volcán “Pichincha” que varias veces ha mantenido en vilo a los habitantes de la capital. La llegada a la cima del “Ruco”, lejos de calmar los ánimos del grupo, suele actuar como un detonador que hace explotar en todos el deseo por salir de inmediato hacia el siguiente objetivo, cuyo viaje lo solemos iniciar desde la acogedora posada Campo Base, propiedad del gran montanista y amigo Manuel Jácome, desde donde emprendemos viaje hacia el páramo del “Carihuarizo”, en el que las comunidades de indígenas, la abundancia de “llamas” y por añadidura la presencia de su hermano mayor EL Chimborazo, como vecino, hacen de este lugar uno de los mas encantadores de todos los Andes ecuatorianos.
Aproximadamente tres horas de caminatas, nos colocan a las márgenes de una pequeña laguna situada a los pies de la montaña, lugar donde se fija el campamento para pasar la noche y al día siguiente, a primeras horas de la mañana, comenzar la escalada hacia este segundo objetivo de 5.100 metros. Normalmente el calor de la carpa comedor, alarga las tertulias la noche antes del ascenso, sin embargo, los ánimos por iniciar la escalada a la montaña hacen sencillo el despertar en medio del frío matutino. Luego del acostumbrado ritual de vestirse y preparar todo el equipo necesario para esta escalada, se toma unsencillo desayuno y, en menos de lo imaginado ya se siente el crujir del hielo bajo el paso de los crampones de los integrantes del grupo, que utilizarán este recorrido para repasar técnicas básicas de ascenso y seguridad en los glaciares. A medida que nos acercamos a la cumbre la pendiente aumenta inclinación y un sentimiento de cercanía al cielo nos irá invadiendo. A pesar de cada parada debido al cansancio del ascenso, estas se convierten, gracias a la presencia del imponente Chimborazo y a lo radiante del sol en estas latitudes, en un verdadero deleite para los sentidos. Entre risas y abrazos, disfrutaremos de este pequeño placer de haber logrado nuestro segundo objetivo, la cumbre del Carihuairazo. El regreso se convertirá en un rumiar de inquietudes sobre lo que tenemos guardado para el final, nuestro reto más grande, el verdadero desafío, la montaña “mas bella” del Ecuador, El Cotopaxi.
Un viaje de este estilo, es la mejor oportunidad para, además de cumplir con todos esos pequeños retos deportivos que todos nos fijamos, descansar, hacer amistades y conocer las culturas y sitios especiales que tienen todos los países que se visitan, “Baños” es uno de esos lugares, la presencia del Tungurahua, uno de los volcanes mas activos del Ecuador, ha hecho de este lugar y su gente uno de los mas encantadores parajes del mundo. Las aguas termales, y el hermoso río Pastaza dan un marco perfecto para el descanso y el esparcimiento y eso será lo que precisamente buscaremos antes de nuestro ultimo y más grande reto, o mejor dicho más alto reto... El Cotopaxi. Después de algunos preparativos de última hora: especialmente la compra de alimentos para la jornada, comenzaremos nuestro lento y silencioso acercamiento al Cotopaxi (Cuello “collar” de la luna). Los minutos se deján arrastrar por el monótono sonido de las ruedas del transporte con el asfalto de la carretera, algún comentario o pregunta aislada saltará para disminuir la inquietud que se siente antes de un gran objetivo. Poco a poco nos acercaremos, subiendo la misma carretera que nos lleva a Quito y bordeando el “Parque Nacional Cotopaxi”.
Un lento despertar para, vestirse y comenzar a caminar. Se abrían las puertas del refugio y la larga caminata hacia esta hermosa cumbre del Ecuador dará su inicio. Estamos comprometidos y encargados de conducir este titánico esfuerzo por alcanzar junto a todo el grupo esta alta cumbre. Lentamente, paso a paso, los minutos se convertirán en horas y los metros se irán desvaneciendo bajo nuestros monótonos pasos. Esperamos un clima favorable que nos permita disfrutar este mágico ascenso en medio de la oscuridad de esa noche. Una que otra estrella fugaz hará volver un destello de alegría a nuestros pensamientos, que se encontrarán inmersos en miles de ideas que intentarán disipar el dolor que produce el frío y el cansancio. Finalmente la luz, el amanecer que promete calor y claridad al cuerpo y la mente, como era de pensarlo, el calor matutino traerá consigo un viento intenso que hará arreciar el frío que sentirán nuestros cuerpos que, con un intenso cansancio bajo los efectos de la altura y varias horas de camino, verán como la pendiente comenzará a perder su inclinación y todos los esfuerzos se verán recompensados al ver como se sale de un estado casi hipnótico en el que uno se encuentra y la Montaña... “El Cotopaxi” nos muestra su corazón a través de un cráter casi perfecto. La nieve te invita a “echarte” en ella durante un tiempo que se hace eterno para luego, iniciar el inevitable regreso… el largo descenso que nos permitirá finalmente disfrutar el logro de nuestros objetivos y que mejor lugar que “Ecuador”… la mitad del mundo.
Para viajar en Ecuador el tiempo siempre resulta escaso, habrá que aprovechar estos últimos días antes del regreso a Venezuela, sin embargo algo de música y una exquisita cena, serán el mejor marco para que, con gratos recuerdos del viaje, este sueño vaya dando paso a un nuevo día en el que después de algunas compras de ultima hora y una obligatoria visita al centro colonial de Quito, nos haga dejar atrás un mundo de experiencias que de ahora en adelante pasará a formar una parte definitiva de nuestras vidas.
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