jueves, 22 de febrero de 2024

MONTAÑA... vestuario y equipo.

 



Salir a la montaña, más aún si es la primera vez,  siempre trae consigo una serie de incógnitas entre las  cuales, la del equipo tal vez sea una de las más comunes  y esto, desde mi punto de vista, está totalmente justificado.


Ir a la montaña siempre representa ponernos en contacto con un ambiente que no es en el que cotidianamente nos desempeñamos, esto siempre nos pone en desventajas y "el equipo" es uno de los elementos esenciales para darnos ese poco de confort que hace que un ambiente, habitualmente "hostil", se haga más amigable y llevadero. En este sentido, antes de salir a la montaña tendremos que hacernos varias preguntas que nos permitirán ser más precisos en la selección de nuestros "equipo". Mientras más sinceros y certeros seamos en las respuestas a estas preguntas, más disfrutaremos y le sacaremos provecho a nuestra estadía en el lugar elegido. Al igual que en todo proyecto estas preguntas tienen que ver con "el Donde, el Como y el Porqué", en otras palabras, a donde iremos, como iremos (a pié, en carro, en mulas, en avión, etc.) y por último cual es el propósito de nuestras visita. Si queremos ahondar un poco más en estos aspectos podemos decir que conocer las características geográficas del lugar a visitar es el elemento prioritario que definirá las características esencialmente climatológicas de nuestro viaje... no es lo mismo ir a una travesía entre "Turmero y Chuao" que hacer el recorrido de las Mucuposadas entre "Gavidia y Santa María de Canaguá" igual que no es lo mismo ir a las "Cuevas de Alfredo Janh" que ir a escalar el "Pico Bolívar". En relación a ¿Cómo Iremos?, podemos decir que me refiero a los recursos que contamos para desplazarnos hasta el sitio elegido, incluyendo aquí las posibilidades internas que nos brindan los diferentes lugares en todo el mundo, bien sea a través del uso de porteadores nativos como la posibilidad de contratar "bestias de carga". Aquí hay que ser muy "suspicaz" ya que el uso de medios de transporte puede llevarnos a pensar que nos podemos exceder en el peso y la cantidad de nuestras vestimentas y equipos y no siempre es así. ¿Sabían ustedes que un porteador Pemón el área de Auyan Tepuy o Roraima no le gusta exceder su peso a más de 20 Kg? igual sucede con los "Sherpas" del Himalaya y la mayor cantidad de nativos andinos. De la misma manera es vital, si vamos a utilizar transporte aéreos verificar con las diferentes aerolíneas los limites de cargas permitidos. Finalmente fijarnos un objetivo en cuanto a las actividades que prioritariamente vamos a desarrollar evitará que no llenemos de esas cosa que siempre solemos llevar y nunca utilizamos con la típica excusa de que... "eso no pesa nada", sin darnos cuenta de que si sumamos varios "eso no pesa nada" tendremos un "eso si pesa algo".
Para comenzar con lo que en esencia me ha llevado a escribir estas líneas, el vestuario y el equipo de montaña, antes que nada quiero aclarar que me limitaré a dar una serie de "tips" sobre los elementos fundamentales del tópico, ya que tocar cada uno de ellos sería menester de un tratado que llevaría tantas páginas como un libro.
En relación a la vestimenta, creo apropiado puntualizar varias cosas, el algodón ha sido desplazado casi en su totalidad por una variedad de fibras sintéticas que van desde el "Dufold" hasta el "Coolmax" y el "Dryfeet", es decir, a la hora de escoger las prendas de vestir y para no sentirnos mojados durante la caminata del día (por la lluvia o el sudor) conviene tener en cuenta esto. En cuanto a las medias, hay modelos de "Coolmax" que dan muy buenos resultados y la marca "Thorlo" (http://www.thorlo.com/ws6/socks.php) las diseña de manera particular para cada actividad específica es decir: "Trekking", "Hiking", "Expedition", tienen la particularidad que adaptan el diseño del tejido a la forma del pié y se ajustan muy bien para así evitar ampollas en el deslizamiento con el calzado... hablando del calzado, este es uno de los dolores de cabeza más grande que tiene todo montañista y como yo digo, "podemos ir desnudos pero no sin zapatos", aunque quiero confesarles que conozco un grupo de amigos que "para estar en contacto con la conciencia cósmica" les fascina caminar descalzos. Con respecto al calzado y siguiendo mis más profundos instintos  ancestrales, siempre sugiero como el mejor calzado de montaña del mundo el ITALIANO entre ellos las marcas Sportiva, Scarpa y Asolo en cualquiera de sus modelos que se adapten a nuestras necesidades. Es importante destacar que el tema de la "impermeabilidad" en las botas en un país tropical es un elemento importante aunque hay que tomar en cuenta que el agua mayormente entra por arriba y no por los lados... en efecto, cuando llueve, el agua que baja por las piernas es la que empapa nuestros pies y llena de agua las botas y es aquí el momento en que nos tenemos que recordar que lo más importante de estas fibras "impermeables", aunque la palabra ideal sería "transpirables" (Gore-Tex, Simpa-Tec, etc), funcionan especialmente bien para evitar sobre todo que el calor de nuestro cuerpo pueda salir bien a través del tejido de la vestimenta y no produzaca mucha condensación. Es por esto que estas fibras dan un optimo resultado en otras prendas como chaquetas y pantalones... y ya que estamos hablando de ello, las "chaquetas" tienen dos funciones principales: la primera, protegernos del frío y la segunda, protegernos de la lluvia. En el primer caso, una vez más las fibras sintéticas han desplazado a las naturales, aunque esto no necesariamente tenga que ver con la calidad sino más bien con otras características relacionadas más bien con precio, facilidad de mantenimiento, peso, etc., por mi experiencia personal hoy por hoy el material más versátil  es el "Forro Polar" o, dependiendo de quien lo fabrique, "Polar Plus", "Polar Ligth", que no es otra cosa que una fibra plástica (Polipropileno) expandida que por su efecto "voluminoso" ayuda a mantener el calor producido por el cuerpo y mantener al usuario a una temperatura confortable, aún en condiciones de humedad extremas, ya que fue utilizado por primera vez para abrigar a los participantes de regatas en los mares del Norte con el nombre de "NorthCape". 
Estas chaquetas o mejor dicho "vestimenta" (ya que se fabrican todo tipo de prendas de vestir, desde ropa interior hasta gorros, medias y guantes) tienen además la ventaja de que pueden ser hechas en diferentes densidades de tejido permitiéndolas ser más o menos calientes dependiendo de las necesidades, otra cosa importante para los "verdes" es que el forro polar puede ser hecho de botellas plásticas y otros plasticos  reciclados, lo que le da otro motivo para ser un producto muy comercial... eso sí, para fríos extremos (-20º/-30º) ¡Plumón!, el mismo, el que le arrancan a los "gansitos" del pecho y la parte baja de las alas es muy ligero, muy agradable al tacto y... cariiiisimo (un punto a favor de los gansos). Un problema que tenemos que resolver al usar prendas de "Forro Polar" es el viento y tal vez la falta de impermeabilidad, aunque hoy en día los fabricantes han puesto a la venta la fibra "Winstoper", creada por los mismos fabricantes del "GoreTex" (http://www.goretex.es/published/gfe_navnode/es.prod.ws.prod.fl.html), es altamente recomendable una chaqueta impermeable... perdón quise decir "que transpire" es decir que permita salir el calor producido por el cuerpo pero no deje entrar el agua de lluvia o del ambiente. En este sentido, el "Gore-Tex", me parece una material indispensable para las chaquetas impermeables o rompe-viento, no siendo el caso de los pantalones ya que el pantalón es la pieza de la vestimenta, que a la par de los guantes, sufre mayor desgaste y maltrato, aparte de que la ropa más importante es la que cubre los "órganos vitales" es decir la que cubre nuestro pecho (camisas, chaquetas, etc.). Me atrevo a sugerirles que usen cualquier prenda de nylon reforzado en las piernas, es decir pantalones impermeables que, en caso de mucha lluvia, puedan proteger los pantalones "más o menos" secos y "tal vez" los pies también.

jueves, 4 de mayo de 2023

LAS BOTAS...


Desde el primer momento en que la práctica del montañismo fue una actividad inherente al género humano, las botas han sido parte esencial del equipo necesario para su práctica.



T
al vez podamos ver en la montaña personas sin morral o sleeping bag, tal vez sin una buena chaqueta, pero es muy difícil verlos sin calzado, aunque se ha dado el caso. En este sentido, un buen par de botas de montaña es indispensable para garantizar seguridad, protección y buen rendimiento. En los actuales momentos, existe en el mercado una gran variedad de modelos y marcas cuya única finalidad es llenar las
necesidades de ciertos parámetros que exige el público comprador: costo, calidad, marca, apariencia y uso para el que han sido diseñadas, entre otras características. En general, suelo recomendar las botas europeas, especialmente las italianas, ya que su construcción de carácter artesanal permite detallar cualquier defecto en el proceso de manufactura. Pudiera mencionar marcas como Sportiva, Asolo,Scarpa, Galibier, Boreal, One Sport, Salomon. Lamentablemente, en este sentido, en nuestro país casi no podemos conseguir variedad en cuanto a marcas y modelos; sin embargo, gracias a algunas tiendas y proveedores, en especial me refiero a "Cumbre Sport" @cumbre_ve en Instagram, distribuidor para Venezuela de la excelente marca "La Sportiva", podemos disponer de calzado de alta gama para la practica de actividades de montaña.
Cuando las personas me preguntan qué botas deben comprar, lo primero que les consulto es para qué las van a utilizar, pues la respuesta es esencial para la selección. Apartando el caso del calzado para escalada en roca, el cual amerita un estudio especial, quisiera dividir el calzado en 4 categorías principales:
1° Botas para excursionismo o caminatas diarias. Éstas pueden ser preferiblemente "ligeras", fabricadas con mezcla de cuero y telas sintéticas (cordura y nylon). Algunas también tienen en sus capas intermedias materiales sintéticos impermeabilizantes y transpirables como "Gore-Tex" o "Simpatex"; sin embargo, en este tipo de calzado, estos últimos materiales suelen aumentar su costo. En cuanto a la talla, estas botas pueden ser un poco más justas que las otras; sin embargo, siempre es recomendable comprarlas como mínimo ½ número mayor al nuestro. Cuidado cuando compren botas por encargo, pues las medidas difieren mucho dependiendo del país de fabricación. Estas botas pueden ser flexibles, eso sí con una buena suela que permita mejor adherencia en terrenos resbaladizos (la marca italiana VIBRAM, iniciales de Vitale Bramani, ha sido garantía de calidad durante los años y se reconoce por un hexágono amarillo con estas iniciales). Es recomendable que la plantilla interior pueda ser retirada para facilitar el proceso de lavado y secado, y evitar así los malos olores de la bota. El modelo "Ultra Raptor II Mid GTX" de "La Sportiva" es un excelente ejemplo de este tipo de calzado.
2° Botas para trekking o caminatas largas. La rigidez comienza a hacerse presente en este tipo de botas, ya que, a lo largo de las horas de largo caminar, ella se traduce en descanso y confort (No le tengas miedo a las botas rígidas, es cuestión de costumbre). En este caso, el tamaño de la "caña" es importante, ya que produce mayor estabilidad y protección en terrenos irregulares, como morrenas, pedreras y arenales. Igualmente, el corte alto de estas botas suele dar mayor impermeabilidad y aislamiento del agua y la tierra que suele entrar en la bota durante la caminata. Es importante recordar que si tenemos previsto caminar en terrenos nevados donde la utilización del "crampón" es necesaria, las suelas deben tener la adaptación apropiada para la colocación de éstos. En cuanto al aislamiento interior con capas sintéticas, las botas de "trekking" comienzan a necesitar algún tipo de protección; en este caso, y básicamente por cuestiones de costo, les recomiendo que estas cubiertas sean en base a capas de “teflón” tipo “Gore-Tex” (No necesariamente esta marca, aunque suele ser la mejor). La talla en este caso debe ser, por lo menos, un número más que el acostumbrado, debido fundamentalmente al uso de medias de mayor grosor. Los modelos "TX5 GTX" y "TxS Gtx", de "La Sportiva", son una buena opción en este caso. 
3° Botas para alta montaña y escalada en nieve y/o hielo. Siendo realistas, y considerando que los glaciares en Venezuela no son grandes ni en tamaño ni en cantidad, así como tampoco son muchas las posibilidades de conseguir diferentes modelos de calzados de este tipo, no me queda otra cosa que hablar de una bota en la que el material sintético sea el elemento predominante. El hecho de que el calzado sintético le había quitado protagonismo al cuero a partir de la década de los ochenta no es más que una muestra de su calidad y ligereza, cosa que, si le añadimos las innovaciones tecnológicas, como es el caso de las fibras sintéticas transpirantes, podemos darnos cuenta de que por ningún motivo hay que tenerle miedo al calzado sintético cuando hablamos de condiciones extremas de humedad y temperatura. Evidentemente, el uso de crampones es inevitable, lo que exige en este tipo de botas una "muesca" sobresaliente tanto en la parte delantera como en la trasera, precisamente utilizada para ajustar los crampones de modelo "automático". Al mismo tiempo, el hecho de ser éste un calzado en el que el "cramponaje" es un elemento indispensable, le añade otras características particulares, entre ellas mayor altura de la "caña" (siempre sobre el tobillo para evitar el cansancio de éstos) y mayor rigidez para evitar el cansancio en los gemelos cuando se utiliza la técnica de "cramponaje frontal". Naturalmente, todo esto se traduce en peso (aprox. 2 kg. el par); en este sentido, las botas plásticas tienen la ventaja de ser mucho más ligeras, pero su durabilidad es inferior en comparación con las de cuero. Personalmente recomiendo el modelo "G5 Evo" de "La Sportiva"; otras marcas como Altus, Sportiva y Koflach son también válidas dentro de esta selección. No olvidemos que el uso de medias gruesas o dos pares de medias es frecuente en estas circunstancias; por lo tanto, es recomendable usar 1 1/2 números más grandes, ya que una de las causas más frecuentes de lesiones en los pies es el calzado muy justo.

4° Botas de expedición. Las mencionaremos sólo como referencia, ya que se trata de un calzado muy especializado en el que la característica fundamental es el aislamiento del frío. Esto se logra

fundamentalmente con el uso de materiales especiales como el "Thinsulate" o el "Alveolite". Suelen ser botas ligeras y es en este tipo de calzado donde el plástico ha dado mejores resultados por la facilidad de poder quitarse las botas sin tener que quedar descalzo, ya que el botín interior que suelen tener funciona aisladamente de la "carcaza" de la bota. En los nuevos modelos, se está incluyendo un "cubre botas" de material sintético resistente como capa adicional con la finalidad de aumentar la impermeabilidad y la entrada de nieve al interior del calzado. Aquí podemos citar el modelo "
G5 EVO" de la marca Sportiva, aunque estas últimas para montañas de temperaturas menos extremas.

Lamentablemente, la situación en la que nos encontramos en Venezuela con respecto a las importaciones y costo de nuestra moneda, hace muy difícil encontrar calzado para montaña de calidad. Por experiencia y lo que he podido observar en las montañas del país, las peores marcas "testeadas" son:

1.-"ROCKLAND"
2.-"MERELL"
3.-"TIMBERLAND"
4.-"COLEMAN"


Hay detalles que no puedes descuidar... la Calidad es el primero, luego el uso. No dejes de usar por tiempos prolongados tus botas, los componentes de las suelas y sus adherentes perderán propiedades y los resultados serán "nefastos"




NO DEJES DE VER: 


https://www.lasportiva.com/
@cumbre_ve

martes, 17 de enero de 2023

PICOS DE EUROPA


Para mí, al hablar de montaña en Europa es imperante nombrar a España, este ha sido un país donde la acogida a los venezolanos, especialmente a los que hacemos montaña, siempre ha sido cordial y positiva. Luego de mis primeras escaladas en Montserrat y los Pirineos, tenía un objetivo que, por uno u otro motivo, siempre había quedado pendiente… “Picos de Europa”. Esa región situada al Norte de España que había conocido gracias a los continuos relatos de mi amigo de infancia y de montaña Luis Alberto.

Han pasado muchos años y el nombre de “Naranjo de Bulnes” ha permanecido siempre en mis pensamientos. Ha pasado la pandemia y tocaba visitar una vez más España, definitivamente no podía faltar la MONTAÑA. En principio tenía como objetivo un trekking familiar a la región de Ordesa en el Pirineo Aragonés, sin embargo, y gracias a la insistencia de Juancho Urosa, que se desempeñaba como médico en la región de León, el nombre de “Picos de Europa” salió a relucir. Entre una y otra conversación, a Juancho no le costó mucho convencerme, y con sus habilidades metódicas, logramos levantar un itinerario muy representativo para hacer un recorrido de los sectores más valiosos desde el punto de vista cultural y escénico de esta zona montañosa del Norte del país.

Finalmente, allí estábamos en el terminal aéreo de Madrid (Barajas) para encontrarnos el día 5 de septiembre con Juancho y trasladarnos hacia la ciudad de León y hacer algunas compras necesarias para nuestro itinerario. Unas 4 horas fueron suficientes para llevarnos entre calles empedradas y edificaciones antiguas a la casa de Juan y poder así depurar nuestros morrales y hacernos de unas cuantas exquisiteces que nos deleitaran durante el viaje. León se hace notar como una ciudad tranquila, ideal para comenzar un viaje hacia las hermosas montañas de “Picos”.

Un corto trayecto de 62 Km. nos condujo por una hermosa carretera que poco a poco fue revelándonos ese maravilloso mundo montañoso que descubriríamos a los siguientes días. Sin mucha prisa nos detuvimos a probar algunas de las exquisiteces del camino y deleitarnos con estos paisajes privilegiados. Al llegar a Riaños, nuestra posada estaba ya disponible para alojarnos y, luego de una excelente cena, darnos la oportunidad de un merecido descanso que nos preparara para la siguiente jornada de caminata. 

Desde Riaños a
 Cordiñanes solo nos separaban 34 Km. así que lo del apuro lo dejábamos para otro día. Nos fuimos a desayunar con calma y una buena “tortilla de patatas”, acompañado con pan y mermelada de la casa nos esperaban,  finalizando con un excelente café (cortado doble). Una carretera impecable nos adentraba hacia una zona cada vez más montañosa, hasta atravesar un pequeño caserío donde nos equipamos con algo de agua y gaseosas y así buscar un buen puesto de estacionamiento donde dejar el “coche” (entiéndase carro en el mejor castellano criollo) por algunos días. No puedo negar mi preocupación "venezolana" cuando Juancho insistió en que se podía dejar el vehículo a la intemperie, lleno de equipajes y varias pertenencias durante algunos días sin que “sucediera nada”… “que falta de imaginación y creatividad delincuencial tienen en España”, le dije yo a Juan en modo de chiste, para hacer “catarsis” de la preocupación por dejar el carro “a la buena de Dios” en el pequeño parqueadero del lugar.

Tal vez, por el desnivel a sortear en este tramo de la ruta, me atrevo a decir que esta es la parte más exigente de la ruta que hicimos. Este tramo corresponde a uno de los “Senderos de Pequeño Recorrido” (PR-PNP16). 

El recorrido que parte desde la localidad de Cordiñanes a 850 m de altitud, en el Valle de Valdeón, sube hasta los 2.064 m de Collado Jermoso en poco más de seis kilómetros. Afortunadamente al finalizar esta subida, que pasa casi desapercibida por la belleza del paisaje, se encuentra el modesto pero acogedor refugio “Diego Mella” donde la simpatía de sus guardas y personal de apoyo, nos hicieron sentir como en casa. Un sueño reparador y profundo, ayudado por el cansancio del día, nos permitió descansar lo suficiente como para emprender la siguiente jornada. 

La ruta para llegar desde el refugio de “Collado Jermoso” al refugio de “Urriellu” transcurre por un terreno totalmente diverso al del día anterior. Un paisaje lunar rodeado de grandes peñascos de roca caliza, donde abundan los sumideros de agua y grietas, fruto de la frecuente presencia de nieve que meteoriza con facilidad este tipo de roca. Casi a la mitad del trayecto pasamos a la izquierda de una particular cabaña de “vivac” (refugio de emergencia) llamado “Cabaña Verónica”, nosotros, a pesar de la tentación, lo pasamos de largo y continuamos en dirección hacia “Horcados Rojos”. Por cierto, en las cercanías de la cabaña Verónica hay un cruce muy conveniente que, en caso de emergencia o necesidad, nos coloca en el teleférico de “Fuente Dé”, que baja directamente hacia el pueblo con el mismo nombre. Desde luego, nosotros no estábamos en plan de teleférico, no queríamos perdernos detalles de este espectacular paisaje de la “Alta Montaña” española y continuamos hasta el cruce que desciende por una empinada ruta hacia el refugio Delgado Úbeda o del “Urriellu”. Afortunadamente la presencia de una guaya de acero que permite apoyarse en algunos tramos, facilita el descenso hacia los “Jous” (sumideros o simas) desde donde drenan las aguas hacia quebradas y ríos cercanos. La explanada de los "Jous" invita a detenerse y tomar un pequeño descanso y saborear alguna de las exquisiteces guardadas en los morrales, que acompañadas por la majestuosidad del  “Pico Urriellu” y otras grandes montañas que lo rodean, nos hacen comprender el por qué este es uno de los sectores montañosos más importantes de España y… del mundo entero.

Poco tiempo después estábamos en el refugio, un poco congestionado como de costumbre, sin embargo, la alegría de estar resguardados, saboreando una buena cena y compartiendo las eventualidades del día, nos hizo olvidar de las “penurias” y, con el pasar de las horas, todos nos fuimos retirando al dormitorio para descansar, y exceptuando algún ronquido aislado, pasar una noche rodeados de expectativas de lo que vendría al siguiente día.

A partir del “Urriellu” el paisaje comenzó a cambiar radicalmente, las rocas comenzaron a dar cabida a verdes yerbas y los arboles también comenzaron a hacer presencia. El sendero se hizo más amplio y en definitiva, pudimos notar como, la ruta que recorreríamos este día, es una de las más populares del Parque Nacional. Nuestro objetivo estaba a un poco menos de 10 Km. de distancia y tendríamos un desnivel de bajada de 1.400 m. en definitiva, sería un día tranquilo en el cual nuestro principal objetivo era el disfrute. Sin darnos cuenta y entre una conversación y otra, entre cercados de vacas y casas de montaña, alcanzamos el refugio “La Tenerosa”, y después de saludar al encargado continuamos descendiendo por la pradera hacia el hermoso pueblo de “Bulnes”, al cual llegamos aproximadamente a las 2:05 pm. Este pequeño poblado es considerado uno de los más remotos de España y a pesar de que se puede llegar a sus cercanías con un tren de cremallera, hoy día no existe la posibilidad de acceder a él en vehículo automotor. Diríamos que es un pueblo de montañas, para montañistas. El único problema es que escogimos este pueblo para pasar la noche y, al día siguiente, no nos queríamos ir.

Los recuerdos de un buen queso “cabrales” y un buen plato de “setas” del bosque eran un motivo adicional para mantener este pueblo como uno de los favoritos en el mundo entero. Pero, en fin, llegó la hora de continuar nuestro recorrido. Este último día de montaña, a pesar de parecer largo, es más bien tranquilo. Comenzando con un descenso por un sendero frecuentemente húmedo, se llega al “Puente del Zardo”, que cruza el río “Cares” para hacer una hermosa travesía por el canal principal de aguas del río destinadas al sistema hidroeléctrico de Camarmeña en Poncebos y facilitar la llegada del agua de la presa de Caín. La ruta, aunque no fue en principio creada con un objetivo turístico, a partir de mediados del siglo XX, y gracias a su reacondicionamiento, se ha convertido en uno de los lugares más visitados de Asturias, que con su impresionante trazado tallado sobre acantilados que atraviesan el cañón del río Cares, finalizando nuestro día de marcha en la población de “Caín”, donde nos alojamos y celebramos todos estos días pasados en… “Picos de Europa”.

Desde Caín, al siguiente día, tomamos la van que nos trasladó nuevamente a la ciudad de León, donde dimos por terminado nuestro recorrido, pero no así esta experiencia vivida juntos… que durará para siempre.

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miércoles, 14 de diciembre de 2022

KILIMANJARO... por las nieves de África

 

Kilimanjaro... por las nieves de África

“El tiempo pasa volando” ha dejado de ser una simple frase cuando viajas a Tanzánia. Trabajo acumulado, horas de apuros, de un país a otro, son los elementos característicos cuando se trata de movernos hacia el continente donde muchos aseguran que comenzó todo… África.

Si inició la vida o no en las planicies de “Olduvay”, eso no lo se, lo único que me atrevo a asegurar es que para muchos de nosotros un sueño comienza a tomar forma en nuestras mentes con la palabra Kilimanjaro y lugares como: Tanzania, Serengueti y Ngorongoro, poco a poco se van haciendo familiares en la jerga común durante las fechas cercanas a este viaje. Siempre se comienza a darle un poco más de importancia a los entrenamientos físicos y los encuentros a lo largo del Ávila (nuestra montaña predilecta), se hacen cada vez más frecuentes.

Cuando te sientas en la butaca del avión que inicia este viaje, entiendes bien todo este rompecabezas llamado “Kilimanjaro”. Todo comienza a tomar forma y las horas de esfuerzo se consolidan en un objetivo que poco a poco confluye en un solo deseo… llegar a la cumbre de la montaña más alta de África. Dejando atrás todas las escalas en los países más diversos, que dependen del punto de origen del viajero que, confinado en un pequeño asiento del avión, se puede decir con toda certeza que “los sueños vuelan muy lejos” y tal vez… muy alto. Una mezcla de horarios, lenguas y gente rodean este ambiente en el que hay que sumergirse cada vez que se comienza uno de estos proyectos a lejanas tierras. En cada oportunidad se tiene el privilegio de acompañar a personas que comparten inquietudes y deseos muy parecidos a los tuyos. A pesar de esto, nunca sabemos con qué nos encontraremos en estas remotas tierras que, con una cultura diferente a la nuestra, nos abren sus puertas hacia... "Las nieves de África.

“Africafé”, es un excelente lugar para iniciar la jornada en Arusha, agobiados por buhoneros, tráfico y polvo. En este rincón de la calle “Buma”, el tiempo se detiene durante algunos minutos escondido tras el exquisito aroma del café tanzanes. Las fotos, que se repiten una tras otra, quieren atesorar el momento que difícilmente se pueda repetir.
Una carretera, que de no ser por el manejo estilo “Inglés”, pudiera parecer a cualquiera de las vías del Oriente venezolano, nos lleva desde el Hotel hasta las inmediaciones del pueblo de Machame, en cuyas proximidades se encuentra la entrada al Parque Nacional “Kilimanjaro”. Allí confluyen grupos de diferentes nacionalidades que, luego de un simple y rutinario chequeo en las oficinas del parque, comienzan el ascenso hacia el objetivo del día… el campamento “Machame”.

Una frondosa selva nublada nos va llevando poco a poco hacia el final de la jornada. Algunos “monos azules”, entre las ramas de los árboles, juegan curiosos ante la mirada asombrada del visitante. Poco a poco la densa vegetación va dando paso a arbustos más pequeños, entre los cuales, y de manera casi repentina, un brillo blanquecino deja entrever la silueta inequívoca del coloso africano. No hay la menor duda se trata de… “Las nieves del Kilimanjaro”.  Su magna visión obliga a detener la marcha por algunos minutos y así apreciar con mayor claridad la presencia de este importante objetivo que materializa de manera contundente el sueño de los visitantes. Esta alegría se incrementa al percatarnos que a los pocos minutos aparecen las carpas ya armadas, indicando la llegada al campamento.

7 Horas de sueño suelen ser un lujo en la montaña, sin embargo el día comienza temprano por estos lugares. El ceremonial de arreglar el equipo para que los porteadores puedan salir temprano, obliga a cada integrante a apresurar la salida.

Una subida moderada entre arbustos y una polvareda causada por la sequedad del ambiente contrastan de manera radical con el día anterior, las horas pasan sin casi darnos cuenta por la presencia encantadora del Kilimanjaro contrastando con el azul intenso del cielo. Después de unas 5 horas aproximadas aparece una extensa explanada rocosa, que anunciará el final de la jornada… estamos en “Shira Camp”, lo único que queda es encontrar un buen sitio de acampada entre todas las carpas del lugar, y finalmente, después de refrescarnos y tomar un buen té caliente, disfrutar el hermoso paisaje que se extiende hacia todos los puntos cardinales, emergiendo de un mar de nubes que cambia de colores a medida que avanzaba la tarde.

Subir a “Lava Tower” no representa mayor esfuerzo que el que la altura de 4.500m pudiera exigir sobre todo sabiendo que hay que descender más de 600 metros de desnivel y para así dormir a tan solo 100 metros de desnivel más que la jornada anterior… a pesar de que esto pudiera parecer un “hándicap” en el ascenso a esta gran montaña, es la mejor manera de lograr una aclimatación apropiada para la dura jornada final que nos llevara a la cumbre. “Lava Tower” es una mole rocosa formada por el flujo de magma desprendido por el Kilimanjaro en antiguas erupciones.
Un valle lleno de “Senecios”, plantas típicas de esta montaña (muy parecidas al “frailejón”) le dan a esta zona del recorrido cierto aspecto semejante a los páramos andinos de Venezuela… la aparición de estas plantas son la mejor indicación de que estamos cerca de llegar a “Barranco Camp”. Este lugar de acampada se caracteriza por la aparición de algunos antílopes que son atraídos por el aroma de la comida que producen los campamentos. La noche va dando paso al nuevo día que suele iniciarse con la entonación de la voz “grave” de alguno de los porteadores cantando en lengua Zwahili la canción del Kilimanjaro. Lo único que nos obliga a salir de las carpas es el siempre anhelado envase de agua caliente, que a primera hora de la mañana lleva el personal, a cada carpa, para la higiene personal. Una vez preparados para iniciar la jornada, el Kilimanjaro en todo su esplendor, suele ser el marco perfecto para un excelente amanecer, en el que nos espera una de las subidas más “divertidas” del recorrido.
El nombre de “Barranco” nunca tiene tanto sentido, apenas se sale del campamento una “subida”… si es que así pudiera llamársela, nos lleva al campamento “Karanga” donde la carpa comedor nos espera con un merecido “lunch” caliente… tanto “consentimiento” no puede ser en vano, ya la altura hace cada vez más exigente la marcha y el objetivo del día, “Barafu”, lugar que aún se encuentra muy distante. "Barrafu" está aproximadamente a 8 horas de marcha desde "Barranco".

Un inhóspito lugar lleno de piedras a 4.600m. de altura es la antesala del último campamento antes de comenzar la última jornada de ascenso a la cumbre más alta de África. Las carpas tienen que buscar lugar entre las rocas, para apiñarse y encontrar una ubicación privilegiada en los escasos puestos de acampada que hay en “Barafu” el último campamento .

10:20pm, 11:15pm... 11:45,  y la ansiedad obliga al desvelo, a hurgar la noche con la esperanza de que las horas pudieran acelerar el paso. Repentinamente una voz se oye en medio de la oscuridad, tal vez la misma que nos arrullara cantando en días anteriores, de madrugada nos obligaba a despertarnos con la frase: “Good morning Baba… Tea is ready”.  La hora de despertarse ha llegado, la lucha contra lo más profundo de nuestros corazones comienza, el miedo, el cansancio, el frío y todas esas emociones que se esconden y esperan el justo momento para manifestarse. Un poco de té caliente moja tímidamente nuestros labios, tratando de darle vida a las intenciones por comenzar a caminar hacia el objetivo que meses atrás nos hemos propuesto. En la noche, solo se puede apreciar un collar de luces que adornan la tenue silueta del Kilimanjaro serpenteando lentamente hacia su cumbre. En las noches despejadas, las estrellas brillan en el cielo indicándonos la dura batalla que se está comenzado a desarrollar en cada montañista, en contra del desgano y el frío. Cada paso es un paso más que nos acerca al techo de África…  a “Uhuru Peak”.
“Stella Point” (El borde de la boca del cráter del Kilimanjaro) podría parecer el final del camino, sin embargo, no es más que un símbolo de que el camino aún no ha terminado… nunca termina. En este representativo lugar, “el Coloso” abre su cráter para mostrar su corazón al visitante para darle fuerza en la consecución de su cercano anhelo… la cumbre del “Uhuru”, el lugar en el que África toca el cielo y abre las puertas a todos sus misterios. Cuando ya las fuerzas parecen estar a punto de abandonar la intención, unos carteles anuncian con una claridad sorprendente que de allí hacia arriba no hay más camino, que, para los sueños… era la cumbre del Kilimanjaro. Las fotos quisieran atesorar el momento, sin embargo los sentimientos no se fotografían, tal vez una sonrisa sea suficiente pero cada sentimiento da pié a un motivo y este a una emoción.
El regreso es inminente y los pasos comienzan a regresar hacia la tierra deslizándose uno tras otro al encuentro del largo retorno que está fijado para este día… “Mweka Camp”. Dejar deslizarse por los arenales podría resultar placentero si no se tuvieran sobre las espaldas más de 10 horas caminando, y todas ellas sobre los 4.500 metros de altura. En “Barafu”, nuestro último campamento, el personal de expedición, suele esperar al visitante con una bebida caliente, algo de comida y un pequeño descanso para poder así continuar la dura jornada hacia zonas más placenteras, en las que la vegetación misma agradece rebosante el agradable clima de alturas más bajas.

Al día siguiente las horas suelen pasar lentamente, será el final de nuestra visita a esta noble montaña y la realidad se fijará en nuestros corazones a través de los recuerdos. Ahora se trata de comenzar una nueva etapa y de recuperar los “kilos” perdidos, es como si nuestros sueños pesaran mucho y hubieran quedado en las pendientes del Kilimanjaro. Arusha nos espera, cansados pero llenos de imágenes y recuerdos que de ahora en adelante llenarían ese espacio anhelado en algún rincón de nuestras vidas. Y así extasiados, los caminos y carreteras de tierra van dando paso al tradicional asfalto y la delgada tela de las carpas sustituido por las frías paredes del hotel.


Ahora las pendientes del Kilimanjaro se convertían en sabana y las nieves en rojos atardeceres… el Serengeti nos abre sus puertas, pero esa historia será en otra ocasión.

Información detallada de este programa para 2023:

martes, 2 de noviembre de 2021

ROCK, PREMONICIÓN Y TRAGEDIA... las últimas horas de dos andinistas merideños

Prólogo

Hace meses atrás un apreciado amigo de Caracas, Francisco Gil, miembro antiguo del Grupo de Rescate Venezuela, me contactó para preguntarme si en mis comienzos como andinista, llegué a conocer del accidente sucedido a finales de octubre hace medio siglo en la Sierra Nevada de Mérida, donde fallecieron dos conocidísimos escaladores merideños, Jorge Eduardo Burguera y Jorge Luis Morales, a lo que le respondí contándole someramente mi experiencia como testigo presencial en las aciagas horas de tan lamentable suceso, que enlutó respetables hogares y consternó a la comunidad emeritense.

Para cerrar nuestra conversación, Francisco me conminó a escribir esa vivencia y contribuir así a documentar ese lejano episodio del montañismo nacional, que fue muy conocido a grandes rasgos pero un tanto incierto en cuanto a los pormenores de lo sucedido en el entorno temporal y físico inmediato a la tragedia, así como de las operaciones de búsqueda y salvamento que tuvieron lugar entonces en las inmediaciones de la cumbre más alta de Venezuela.

Debo decir que para mí fue un duro reto tratar de plasmar en palabras escritas cada momento allí vivido pues, aunque en mi memoria siguen inmutables esos recuerdos a pesar del tiempo transcurrido, el hurgar en pos de ellos los hizo emerger fuertemente ligados a estremecedoras emociones que prefería dejar en el olvido.

Sin embargo, en la medida que avancé sobre tal compromiso, aquellos fantasmas fueron disipándose y dando paso a una fuerte convicción de que dar a conocer esa experiencia, aparte de reconciliarme con el muchacho impulsivo e irreverente que la vivió por cosas del destino, puede significar un modesto aporte a la narrativa existente de tantos hechos y personajes que modelaron con su amor, sus piolets, crampones, cuerdas y demás aparejos de escalada, los ventisqueros de la Sierra Nevada de Mérida, y algunos, como en este caso, ofrendaron sus vidas al honrar nuestras soberbias montañas.

Y es que no cabe momento más propicio para entregar este tan postergado escrito que ahora, a pocos días de cumplirse los 50 años del accidente que marcó un hito en la historia del andinismo merideño, pues lo ocurrido sensibilizó de tal manera a la comunidad  montanista y a los entes gubernamentales que a partir de entonces se comenzaron a tomar más seriamente los aspectos relativos a la seguridad y la gestión del riesgo en los planes de atención a la práctica de tan temerario deporte. Una de sus consecuencias inmediatas fue la capacitación de un grupo jóvenes escaladores en auxilio médico de emergencia y técnicas de rescate en alta montaña, a través de un curso dictado en Mérida por parte de andinistas expertos y miembros del Grupo de Rescate Venezuela (GRV) en el mes de diciembre de 1971, lo cual dio pié a la fundación del Grupo Andino de Rescate (GAR) y motorizó la creación de muchas otras organizaciones voluntarias de búsqueda y salvamento en la región andina.

El presente relato, que escribo en ocasión de conmemorarse el quincuagésimo aniversario de ese fatal accidente, acontecido el 30 de octubre de 1971 en el flanco sur Pico Bolívar, va dedicado a la memoria de Jorge Eduardo Burguera y Jorge Luis Morales, a sus familiares y amigos montañistas presentes o ausentes de este plano terrenal, en especial a Carlos Reyes, vecino del sector Barinitas, amigo y muchas veces compañero de cordada, y Hernán Molina, primo y brillante músico merideño, ambos viajeros ya del tiempo y espacio, quienes junto a Omar “Pipo” Paredes, destacado montanista, protagonizamos de manera casuística aquellas largas y angustiosas horas narradas en esta historia.

Tributo estas líneas también a todas las personas dedicadas a la invaluable labor de salvar vidas, y de manera particular a las varias generaciones de mi gente del Grupo Andino de Rescate, por su dedicación y perseverancia para mantener activa nuestra organización, por encima de tantas vicisitudes, en los 50 años que se cumplirán el próximo 20 de diciembre del presente año.

Salomón López Zerpa

Miembro GAR Nº 003

Septiembre 2021

 

 

 ROCK, PREMONICIÓN Y TRAGEDIA: las últimas horas de dos andinistas merideños

Por: Salomón López Zerpa

Imágen: Familia. Burguera

 

La juventud merideña ardía de entusiasmo por el concierto. Era el día sábado 30 de octubre de 1971. Y es que al final de esa tarde se presentaría, en el Aula Magna del edificio rectoral de la ilustre Universidad de Los Andes, el famoso intérprete de jazz Gerry Weill, conocido entonces como “El Maestro del Jazz Venezolano”, quien había preparado un repertorio que incluiría piezas de su última producción discográfica.

Mi hermano mayor, Ibrahim, se contaba entre los cientos de muchachos fanáticos del rock & roll, y particularmente del jazz-rock, que era un género emergente al comienzo de la década de los 70, y Weill era uno de sus mejores exponentes en Venezuela, muy reconocido por su amplia trayectoria musical.

Mi animosidad por asistir al concierto del músico austriaco-venezolano era buena, más no comparable a la de Ibrahim y sus coetáneos, pues yo tenía preferencia por la docilidad del soul o del folk-rock. En esa época la fiebre del rock corría por las venas de muchos jóvenes merideños, y muestra de ello era la existencia varias bandas en la ciudad que interpretaban ese género musical, siendo una de las primeras la conformada en 1968 por músicos amateurs como Jorge Morales (Ϯ) (bajo, guitarra, batería), Enrique Volcanes (1ra. Guitarra), Hernán Molina (Ϯ) (2da. Guitarra), Ibrahím López (batería) y William Gómez (Ϯ) (percusión), denominada Die Feuerbach1.

En este punto del relato comienzan a trenzarse situaciones que van vislumbrando un panorama premonitorio sobre momentos trascendentes en las vidas de los protagonistas principales de esta trágica historia del montañismo merideño, horas antes de su terrible desenlace... ¿Qué relación podía existir entre el citado concierto y los sucesos del día siguiente? Seguramente ninguna, pero desde mi punto de vista el desarrollo de los hechos va incorporando progresivamente personajes y hechos, como cuando un río manso comienza a aumentar su caudal y poco a poco va arrastrándolos a todos hacia un destino incierto.

Pero sigamos entonces… de acuerdo con los antecedentes antes narrados, era impensable que el joven músico Jorge Luis Morales pudiera perderse por voluntad propia tan esperado concierto. Por otro lado, tampoco se dudaba de la asistencia al evento musical de Jorge Eduardo Burguera, conocido andinista merideño y fundador en 1969 del Centro de Excursionismo y Andinismo de la Universidad de Los Andes (CEAULA), junto con Ricardo Hansen, Luis Yegres, Rafael Solorzano, Adelmo Erazo (Ϯ), Oswaldo Rodríguez (Ϯ), Jorge Núñez, Haydee Ruiz, Rafael Monasterios, Ibrahim y otros[1]. Esta última afirmación se desprende de lo referido por uno de los mejores amigos de Burguera, Marco Parada[2], ya que éste le había encomendado adquirir los boletos de entrada y reservar buenos asientos para ambos y sus respectivas novias, quienes eran dos hermanas que vivían en la vecina ciudad de Ejido.

No obstante, la presencia de los dos tocayos en el concierto iba a estar condicionada por su retorno a Mérida a primeras horas de la tarde de ese día, pues Jorge Eduardo había pautado con la Dirección de Deportes de la ULA guiar a un visitante, el Dr. Jhon Havem Coote, veterano escalador inglés, hasta la cumbre del Pico Bolívar por la ruta Weiss en compañía de su amigo Morales, y justamente los tres emprendieron esa misión muy temprano en la mañana, ascendiendo hasta la estación de Pico Espejo en una de las cabinas del Teleférico de Mérida.


Aunque algunos montanistas sabían de la presencia del visitante inglés y del compromiso de Burguera para llevarlo a la cumbre del Bolívar, yo no estuve enterado de dicho plan, y de hecho no tenía por qué estarlo, puesto que era un adolescente de diecisiete años quién, aun cuando ya había explorado con éxito algunas de las rutas clásicas de ascenso a las cinco águilas blancas, no era miembro del CEAULA dada mi condición de menor de edad, que apenas comenzaba a seguirle el paso a los botines de su hermano mayor y no pertenecía al círculo de las amistades cercanas al experimentado escalador, aunque sí era amigo de sus hermanos menores y había integrado, meses antes, una cordada con Jorge Morales y otros amigos en la que coroné por segunda vez dicha cumbre, que al tiempo fue el bautizo de Morales en su primer ascenso al techo de Venezuela.

Es importante destacar que, aparte de numerosas nuevas rutas establecidas en los picos de Mérida, el CEAULA bajo la dirección de Jorge Burguera organizó y llevó a cabo exitosamente varias expediciones fuera del territorio nacional, logrando alcanzar las mayores cumbres de Colombia, Ecuador y Perú, y entre sus planes estaba incursionar hacia los lejanos Himalayas.

Por otro lado, para poner en contexto mi experiencia en alta montaña en ese entonces, dada la comprometedora situación que me involucró con la tragedia en ciernes, debo decir que me había iniciado en excursiones de varios días a muchas de las numerosas y hermosísimas lagunas de origen periglaciar que alberga en su seno la cordillera merideña, dentro del Parque Nacional Sierra Nevada y en la Sierra de La Culata, que para entonces no había sido decretada como parque nacional. Ello me permitió, inicialmente, alcanzar la base de los picos más altos de los Andes Merideños y, por supuesto, hacer planes futuros para coronar esas imponentes moles graníticas con sus deslumbrantes glaciares, logrando lanzar con emoción, por primera vez, mi primer grito de “cumbree” en enero de 1971, en la cima nororiental del Pico El Toro, siguiendo la ruta poco trajinada entonces desde la Laguna La Fría, en compañía de mi gran amigo ya fallecido, vecino del sector Barinitas, Carlos Reyes, quien para entonces empezaba a perfilarse como uno de los mejores escaladores del país. Para el momento del referido concierto, ya tenía en mi haber, además de El Toro, mis primeros ascensos a los picos Humboldt (macizo de La Corona) por la ruta del glaciar Sievers con Eduardo Gómez y Berkman Bustamante, La Garza (macizo de La Concha) por su cara sur también con Carlos Reyes, y dos veces el Bolívar (macizo de La Columna) por la ruta Weiss, la primera con la guiatura de Carlos y la segunda con Jorge Morales y otros dos escaladores en una misión de apoyo a la escalada en “direttissima” que hicieron Carlos, Ibrahim y Jhon Zambrano por la cara norte del Pico Bolívar, a quienes esperamos en la cumbre hasta cerca de la media noche. No obstante, con la excepción del tramo final del Pico Bolívar y el periplo “improvisado” al Pico La Garza, mis ascensos hasta ese momento representaban retos de bajo a mediano grado de dificultad.

Pero, retomando el momento del concierto, por alguna razón más allá de mis preferencias musicales había en mí una inexplicable inquietud que no se correspondía con la euforia existente en el recinto, y no había manera de sentirme cómodo durante la extraordinaria presentación del músico y compositor Gerry Weill y su banda, que hacia estremecer el lleno total del escenario. Me retiré del lugar, preguntándome la razón de tal malestar, me fui a mi casa ubicada en la avenida 5, muy cerca del Colegio La Inmaculada, y me acosté en la habitación de Ibrahim, que daba hacia la citada avenida, para disfrutar de la música reproducida en su formidable equipo de sonido. Eran como las 5:30 de la tarde cuando golpearon, fuerte e insistentemente, la puerta de la casa y la ventana de la habitación: era Carlos Reyes, evidentemente alterado, quien venía en búsqueda de acompañantes para subir de inmediato a La Sierra, pues decía que los Jorges y el inglés no habían descendido desde Pico Espejo por el sistema teleférico, que no estaban en el concierto y que estaba seguro que habían sufrido algún accidente. Al notarlo tan convencido, traté de calmarlo y explicarle que posiblemente se les hizo tarde y se habrían venido a pie, a lo que me respondió que había hablado con personal del teleférico y que, hasta la hora del cierre de la última estación, demorada una hora más allá del horario normal para esperar por los tres escaladores, no se sabía nada de ellos (Carlos era muy conocido por todo el personal del sistema teleférico, desde directivos hasta obreros, debido a su condición de montanista, usuario frecuente y vecino de la estación Barinitas).

Aún no persuadido de un eventual accidente, y manejando yo todavía la posibilidad de que el trío estuviese retornando a pié o de que hubiesen tenido que realizar una acampada imprevista en algún paraje de la ruta sin poder reportarse a través del cableado telefónico interno del teleférico (accesible en Pico Espejo a ciertos andinistas y colaboradores del sistema), intentamos localizar, vía telefónica primero y luego personalmente, a montanistas con experiencia para montar la operación de búsqueda, pero algunos seguían en el concierto, a puertas cerradas, otros no estaban en sus casas, y los restantes no creyeron en la “premonición” de Carlos. A todas estas la impaciencia de mi amigo Reyes era irreductible y, a pesar que hacia las 6:30 pm solo nos contábamos cuatro montañistas dispuestos a salir en avanzada para rastrear en horas nocturnas el flanco sur del Pico Bolívar, el vehemente desasosiego de Carlos acrecentó la preocupación de nuestro amigo Rafael Bencci (Ϯ), para entonces asistente de mantenimiento del teleférico,  quien gestionó ante la Gerencia General del sistema la habilitación un vagón con destino a Pico Espejo, donde arribamos a eso de las 7:45 de la noche de ese día 30 de octubre de 1971.

Luego de un rápido inventario del equipo de escalada, víveres, comunicaciones y auxilio médico que disponíamos, sumamente limitado por cierto, Carlos Reyes (Ϯ), Omar “Pipo” Paredes, Hernán Molina (Ϯ) y yo comenzamos el descenso nocturno desde “Pico” hacia el glaciar Timoncitos por el empinado canal rocoso denominado “La Cloaca”, bajo una noche completamente despejada, con la montaña hermosamente cubierta por un manto de nieve caída en horas de la tarde, e iluminada por la luna casi llena, bajo un retador frío incrementado por el gélido viento. Durante todo el trayecto pitamos y gritamos frecuentemente, con todas nuestras fuerzas, el nombre de los Jorges, teniendo solo como respuesta un sórdido y rezagado eco desde las frías paredes rocosas.

Alrededor de las 9:30 pm llegamos al conocido sitio del antiguo y desaparecido refugio Albornoz, al pie del glaciar Timoncitos, muy cerca de la laguna homónima, e inmediatamente nos dispusimos a ascender por el lado suroeste de la masa de hielo, evitando los pronunciados cortes que caen hacia el mencionado cuerpo de agua. Después de avanzar penosamente unos 30 minutos sobre el compacto hielo, y ante el creciente reto por delante, nos dimos cuenta que no contábamos con suficiente equipo de escalada para conformar dos cordadas y rastrear más rápido el sector, así que acordamos que Pipo y Hernán regresaran a Albornoz mientras Carlos y yo continuábamos en cordada hacia el pie de “Las Escaleras”, donde comienza la famosa ruta establecida por el Dr. Frank Weiss en 1936 para ascender a la cumbre del pico Bolívar, desde entonces las más frecuentada por quienes aspiran coronarlo, y que sería la utilizada por Burguera según lo dicho por él mismo a Carlos. A todas estas nuestros insistentes llamados seguían siendo respondidos por el ingrato eco…

El ascenso por Las Escaleras se iba tornando cada vez más riesgoso: a la luz de la luna que secuestraba color al majestuoso escenario tornándolo blanco y negro, con la nieve en el empinado pasadizo tan dura como roca, y un  viento helado que penetraba hasta los huesos, la determinación de Carlos seguía incólume, “…sé que están caídos, busquemos más arriba” decía, mientras llamábamos gritando al unísono a nuestros buscados. Con las manos tan frías que apenas podían sostener la cuerda, le comenté a Carlos que, amén del peligro que corríamos, no tenía sentido seguir subiendo puesto que de haber ocurrido un accidente en esa ruta, ya nos habríamos topado con alguno de ellos, a menos que hubiese ocurrido luego de pasar la “Roca Táchira”, en el tramo final y con mayor dificultad, donde los escaladores deben superar una saliente que los coloca de espaldas al abismo de la cara norte, con vista a la ciudad de Mérida, y en ese caso quedarían totalmente superadas nuestras posibilidades. Pero, justo unos minutos después de detenernos a sopesar las circunstancias, y ante un nuevo llamado a los Jorges, esta vez cargado de desesperanza, escuchamos un lóbrego grito que dictó “…aquí estoooy”. No lo podíamos creer: ¡eran ellos!. Repetimos y la respuesta fue idéntica: ¡sí, los encontramos!. Tratamos de avisar a nuestros compañeros abajo pero no nos escucharon, así que descendimos hasta un sitio desde donde podíamos divisar mejor el glaciar, orientados solo por la débil voz que respondía nuestras esperanzadoras llamadas a la calma. Así, en medio del monocromático paisaje que contrastan la nieve y la roca en el plenilunio, logramos precisar una especie de  triángulo oscuro aislado en la nieve, desde donde quizá provenían las respuestas: ¿será una roca caída? nos preguntamos. Una afirmación en la distancia nos iluminó la noche: “soy Morales, nos caímos…”. Lloramos de emoción al tiempo que atravesamos el campo nevado, muy inclinado, que nos separaba de él, hincando la punta de los crampones y asegurando con dificultad la cuerda al piolet que se negaba a penetrar el endurecido hielo… fueron minutos eternos.

Nos dimos cuenta entonces que la razón de no haber encontrado rastros de los escaladores en la ruta Weiss fue la nevada ocurrida en la tarde de ese día, comprobándose que el accidente ocurrió en horas cercanas al mediodía. De no haber sido por la respuesta de Morales, su localización se nos hubiese complicado mucho más.

El encuentro con Morales fue dramático, se encontraba malherido, sentado sobre el hielo, con una la pierna flexionada y la otra herida, además de golpes en la cabeza y varias partes del cuerpo, y hablaba penosamente. Logramos alertar a nuestros compañeros abajo, quienes inmediatamente iniciaron el ascenso. Al mismo tiempo Carlos intentó notificar a Mérida a través del equipo de radio que nos facilitó la gerencia del teleférico, pero lamentablemente no funcionó. Morales, con mucha dificultad, entre palabras delirantes, nos dijo muy quedamente que Burguera había fallecido… seguimos la cuerda que los unía y efectivamente, a pocos metros yacía inerte sobre el glaciar. La reacción inicial de Carlos al ver así a su querido amigo fue desgarradora, sus gritos ungidos de dolor eran replicados por las paredes rocosas de la montaña, y en su desesperación intentó la reanimación cardiopulmonar; fueron momentos sobrecogedores. El otro extremo de la cuerda estaba suelto, el inglés se había desenganchado y unas leves huellas sobre el hielo se dirigían hacia la base del Pico Abanico, en sentido contrario de la estación Pico Espejo. Al llegar Pipo y Hernán rastreamos sus pasos, pitamos y gritamos para localizarlo pero nuestros esfuerzos resultaron infructuosos.

Como era apremiante tomar decisiones, nos dedicamos a atender a Morales con los mínimos recursos disponibles, al tiempo que resolvíamos como actuar, acordándose que Pipo y yo regresásemos con la urgencia del caso a Pico Espejo y Carlos se quedaría con Hernán acompañando a Morales. Con la luna ya oculta detrás de la erizada cresta, y sin la ayuda de nuestras agotadas linternas, prácticamente “volamos” hasta la ansiada estación, y a primera hora de la madrugada del domingo 31 comunicamos por teléfono lo sucedido y permanecimos allí hasta el arribo de las primeras comisiones de rescatistas, a quienes guiamos hasta el lugar de la tragedia.  

El rescate se inició con la llegada a Pico Espejo, en medio del congelante frío previo al alba, de las primeras brigadas integradas principalmente por miembros del CEAULA, bomberos de Mérida, personal médico y del sistema teleférico. Posteriormente, sobre la marcha del operativo, se fueron incorporando andinistas voluntarios, personal de Defensa Civil y autoridades policiales. Para entonces, y a pesar que el año anterior había ocurrido el fatal accidente de Maximiliano Rangel en la cara sur de El Vértigo. Muy pocos montañistas estaban entrenados en auxilio médico de emergencia y técnicas de rescate en alta montaña y no se contaba con un helicóptero que pudiera operar a esa altitud. Ello, lamentablemente, determinó que las labores de recuperación de los accidentados fueran penosamente lentas, especialmente en los tramos más empinados de la ruta Timoncitos-Pico Espejo, donde hubo necesidad de colocar algunos pasos aéreos con cuerdas, lo que acentuó la condición crítica de Morales, quien arribó con vida a dicha estación en horas de la tarde del día 31, más de 24 horas después de ocurrido el accidente.

La llegada de Jorge Luis a la última estación del teleférico avivó nuestras esperanzas por su sobrevivencia, fue un momento de luz en el que por fin pude ver el cielo claro desde que los encontramos; fue atendido por personal médico especializado y tratado con medicamentos y equipos instalados en sitio, pero infortunadamente ese sentimiento duró muy poco: unos minutos después, cuando el vagón salvador descendía entre las estaciones de Pico y Loma Redonda, nos dieron la desdichada noticia de su fallecimiento. Para mí fue como si algo explotara en mi cabeza y bloqueara mi capacidad de discernimiento, quedé abatido, recuerdo que golpeé la puerta de la enfermería y lloré entre sentimientos mezclados de tristeza y frustración; pensé en lo que estaría pasando su familia y la de Jorge Eduardo… 

A media tarde los rescatistas consiguen ingresar el cuerpo de Jorge Eduardo en la encumbrada estación del teleférico, mientras otras brigadas siguen denodadamente en la búsqueda del Dr. Coote hasta bien avanzada la tarde, temiéndose por su vida de permanecer una noche más en la nevada montaña. Por fortuna, aún permanecían dos montanistas en la retaguardia de los grupos de búsqueda, Ibrahim López y Jorge Núñez, pudiendo escuchar el primero de ellos “…el sonido débil o lejano de un pito, que venía con las ráfagas de viento desde la base del glaciar”[3], regresándose hasta localizar al inglés, consciente pero muy débil y con golpes visibles en su cara, en la ladera de derrubios localizadas al noreste del Pico Abanico, en la vía hacia el Pico La Garza. Núñez, quien tenía un radiotransmisor, comunicó del hallazgo a la gente de rescate, acudiendo al sitio rápidamente con personal paramédico y ayudándolo a llegar hasta Pico, trasladado a Mérida y luego al Hospital Universitario de Los Andes donde, después de unos días, se recuperó satisfactoriamente

De los días que sucedieron al accidente tengo débiles recuerdos: mi presencia en los actos fúnebres, la misa, la tristeza y desconsuelo de las familias, la multitud, las conmovedoras palabras de despedida, el llanto colectivo, los novenarios… Solo remembranzas cuadro por cuadro en medio de una especie de entorpecimiento mental que permaneció en mí por semanas.

Sin embargo, como es sabido, el ímpetu de la juventud es indetenible, y al aclararse mi mente la sierra seguía allí, indemne, altanera, con su mágico e irresistible hechizo, llamándonos a hollar nuevamente sus entrañas. Me imagino que a Carlos le sucedió algo parecido, porque al cumplirse apenas un mes de tan amarga experiencia quisimos homenajear a los recién caídos con un ascenso al Bolívar por su cara oeste, la más cercana al tramo final del teleférico, objetivo incumplido debido a la rotura de mi piolet a mitad del glaciar. ¿Un llamado de los Jorges’s a la  ponderación?... ¡Quizá!. El fallido intento nos hizo salir de la nieve y la roca y pisar tierra, además de servir de espectáculo para los turistas a bordo.

Como corolario de esta historia de hombres y montañas, donde uno se mide consigo mismo asumiendo grandes riesgos, para muchos injustificados, vale acudir a las palabras acuñadas por John Muir, el naturalista y explorador escocés-estadounidense fundador del “Sierra Club”, primer grupo conservacionista de la historia:

The mountains are calling, and I must go



[1] López, Ibrahim. Comunicación personal. Agosto 2021.

[2] Parada, Marco, 1916. Palabras en homenaje a la memoria de Jorge Eduardo Burguera Mora en acto realizado con motivo del 45 aniversario de su muerte. Comunicación personal vía Gmail 22-04-2019.

[3] López, Ibrahim. Comunicación personal. Septiembre 2021.