Este año se escapa con un sigilo inquietante en el que una suma de “Proyectos” realizados no dejan de sumirme en una extraña duda de si ha sido o no un año productivo. Creo que esto me deja bien claro el hecho de que, a veces, el objetivo no es tan importante como la manera en que recopilamos experiencias en el camino hacia el logro. El problema está aquí, cuan reconfortantes y positivas son estas experiencias. Si las pongo en la balanza, mi conclusión es que estamos inmersos en un arduo camino. Creo que nos ha tocado escalar la ruta más difícil de esta montaña llamada “tierra”. Vemos hacia arriba, hacia adelante y notamos que la escarpada cada vez es más difícil, muchos ya han abandonado, otros sienten que hemos errado el camino. Esta ruta no es nueva, ya habíamos comenzado hace años, pero siempre dejabamos todo para “después”. No nos preparamos los suficientes y ahora estamos aquí, desafiando la caída, la nuestra y la de los que están con nosotros.
Hay algunos que nos apasionan las cosas difíciles, sabemos que en ellas se puede innovar y entendemos el cuidado que hay que tener en cada paso. Además, todo camino tiene su final, toda escalada su cumbre y mientras más difícil el logro… más grande la satisfacción. Eso si, no puede haber dudas, no hay nada peor que la incertidumbre, ella hace que el camino se nuble, doblega las fuerzas y nos roba la pasión. Creo que todos estamos escalando la misma “ruta”… le pudiéramos poner el nombre de “VENEZUELA”, por los Andes, por sus costas… tal vez por su gente. Viene a mi mente, a principio de los años 80, en los que con mi gran amigo y “hermano” de montaña ecuatoriano Manuel Jácome abriéramos una nueva ruta en el volcán “Cotacachi” de Ecuador, llamamos a la ruta “Venezuela”… el orgullo llenaba el logro de un esfuerzo lleno de peligros e incertidumbre. Pero desde un principio sabíamos que lo lograríamos.
Este año las cosas se han hecho más difíciles. He tenido la oportunidad de viajar a Tibet, un país “aplastado” por ideologías totalitarias en el que las mentes se ofuscan y el futuro se hace incierto, y como cuando voy a la montaña, siempre pienso en el regreso, el regreso a mi realidad, esa en la que quiero ser libre de escoger yo mi camino y tal vez… orientar a mis hijos a que tomen el suyo, pero me doy cuenta que cada vez el camino se hace más difícil. Ahora ya no hablamos de Venezuela, ahora es la Tierra, es una lucha entre “pobres” y “ricos”, entre “desarrollados” y “en vías de desarrollo”, “productores de energía” y “consumidores”… son demasiadas diferencias para poder entender que todos estamos escalando la misma montaña… una montaña llamada “TIERRA”. Son diferentes “rutas”, “técnicas” y compañeros de “cordada” pero solo una meta y esa meta es la SUPERVIVENCIA, la de nuestros hijos, la de los que nos acompañan en este esfuerzo por tratar de llevar un mensaje más cónsono ante la indolencia de muchos “lideres” que solo están borrachos por el logro del poder y el dinero.
Seguro de que el próximo año el brillo de la nieve y la claridad de los horizontes desde lo alto de una arista nos brindará la posibilidad de tener éxito en lo que nos propongamos… en lograr la cumbre. Porque con nosotros o sin nosotros, SIEMPRE HABRÁ UN CAMINO… SIEMPRE HABRÁ UNA CUMBRE.
Hay algunos que nos apasionan las cosas difíciles, sabemos que en ellas se puede innovar y entendemos el cuidado que hay que tener en cada paso. Además, todo camino tiene su final, toda escalada su cumbre y mientras más difícil el logro… más grande la satisfacción. Eso si, no puede haber dudas, no hay nada peor que la incertidumbre, ella hace que el camino se nuble, doblega las fuerzas y nos roba la pasión. Creo que todos estamos escalando la misma “ruta”… le pudiéramos poner el nombre de “VENEZUELA”, por los Andes, por sus costas… tal vez por su gente. Viene a mi mente, a principio de los años 80, en los que con mi gran amigo y “hermano” de montaña ecuatoriano Manuel Jácome abriéramos una nueva ruta en el volcán “Cotacachi” de Ecuador, llamamos a la ruta “Venezuela”… el orgullo llenaba el logro de un esfuerzo lleno de peligros e incertidumbre. Pero desde un principio sabíamos que lo lograríamos.
Este año las cosas se han hecho más difíciles. He tenido la oportunidad de viajar a Tibet, un país “aplastado” por ideologías totalitarias en el que las mentes se ofuscan y el futuro se hace incierto, y como cuando voy a la montaña, siempre pienso en el regreso, el regreso a mi realidad, esa en la que quiero ser libre de escoger yo mi camino y tal vez… orientar a mis hijos a que tomen el suyo, pero me doy cuenta que cada vez el camino se hace más difícil. Ahora ya no hablamos de Venezuela, ahora es la Tierra, es una lucha entre “pobres” y “ricos”, entre “desarrollados” y “en vías de desarrollo”, “productores de energía” y “consumidores”… son demasiadas diferencias para poder entender que todos estamos escalando la misma montaña… una montaña llamada “TIERRA”. Son diferentes “rutas”, “técnicas” y compañeros de “cordada” pero solo una meta y esa meta es la SUPERVIVENCIA, la de nuestros hijos, la de los que nos acompañan en este esfuerzo por tratar de llevar un mensaje más cónsono ante la indolencia de muchos “lideres” que solo están borrachos por el logro del poder y el dinero.
Seguro de que el próximo año el brillo de la nieve y la claridad de los horizontes desde lo alto de una arista nos brindará la posibilidad de tener éxito en lo que nos propongamos… en lograr la cumbre. Porque con nosotros o sin nosotros, SIEMPRE HABRÁ UN CAMINO… SIEMPRE HABRÁ UNA CUMBRE.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario